Promesas del Este

Día tranquilo en Madrid. He ido a ver Promesas del Este, de David Cronenberg (Toronto, 1943), com mis amigos Ana y Miguel Ángel (Zoe estaba en la piscina de bolas). La otra opción era Siete mesas de billar francés, de Gracia Querejeta, que caerá sin dudas uno de estos días.
La película, que ganó el principal premio del último festival de Toronto e inauguró el pasado festival de San Sebastián, ha recibido magníficas críticas. Es una historia sobre las mafias rusas en Londres, bien construida y con un exceso de violencia que muchos juzgarán necesario. Sin duda es la mejor interpretación de Viggo Mortensen en sus hasta ahora 30 películas (le pega más hacer de Nikolai, chófer-enterrador-asesino, que de Alatriste). Vincent Cassel hace de desmadrado, que le va genial. El que hace de su padre, Armin Mueller-Stahl, me ha recordado su papel en La Caja de Música (con Jessica Lange): parece un buen hombre, pero es un ser extremadamente malvado.Y Naomi Watts, como siempre (King Kong, 21 gramos, Mulholland Drive), insulsa.
Para mí, la escena de la película es cuando Nikolai (Mortensen) lleva a Anna (Watts) a casa en su coche (la moto se ha estropeado, él es el chófer y ella va detrás). Él la mira por el espejo retrovisor y ella pregunta:
-¿Conoces a alguna chica llamada Tatiana?
-Conozco a muchas chicas llamadas Tatiana.
-Ésta estaba embarazada.
-Entonces no la conozco.
Para mí, lo mejor de la cinta es lo de los tatuajes (que explican la historia de una persona, según ciertas mafias) y la pelea en la sauna. Aunque he visto bastante cine de Cronenberg (Scanners, 1980; La zona muerta, 1983; La mosca, 1986; Inseparables, 1988; Madame Butterfly, 1993; Crash, 1996), de sus 17 películas como director me he perdido las cinco primeras (1975-80), alguna como El almuerzo desnudo (1991) y sus pelis de los últimos diez años (Rabia, Existenz, Spider y Una historia de violencia). No creo que estas Promesas del Este sea una obra que pase a la historia del cine. Más allá de presentar un clima de violencia e injusticia en la cosmopolita ciudad del Támesis, no ha provocado en mí ninguna emoción especial.