...bastará para sanarme

Este fin de semana he acudido a mi tradicional cita con el cine (además del “peaje” con el cine infantil: he llevado el viernes a Zoe a ver Space chimps, los monos astronautas). El domingo por la mañana, Una palabra tuya, de Ángeles González-Sinde. Antes de la peli, tres trailers del cine español que viene este otoño: Los girasoles ciegos de José Luis Cuerda, El patio de mi cárcel de Belén Macías y Camino de Javier Fesser. Películas arriesgadas, desgarradoras, emotivas. Tienen una pinta magnífica.

Una palabra tuya es la versión cinematográfica de un relato de Elvira Lindo que ganó el Premio Biblioteca Breve 2005. Se trata de la historia de Rosario (interpretada por Malena Alterio), una chica feúcha que no ha tenido suerte en la vida. Una antigua compañera de instituto, Milagros (Esperanza Pedreño) la encuentra en una parada del autobús y, como ella lleva un taxi, le invita a subir y a desayunar juntas. Desde ese momento se retoma una amistad. A ambas les echan de su trabajo (Rosario, de limpiadora en una oficina bancaria; Milagros, de conductora del taxi de su tío Cosme aunque no tiene carnet) y terminan de barrenderas del Ayuntamiento de Madrid. Allí trabaja Morsa (Antonio de la Torre), que entabla una relación ¿sentimental? con Rosario.

Ángeles González-Sinde, experta guionista, ha sabido trasladar al lenguaje cinematográfico un texto tragicómico, sorprendente y que rezuma cariño por la naturaleza humana. Trata, como dice el anuncio de la película, sobre la felicidad y sobre aquéllos que no creen no merecerla.

La definición de felicidad del Diccionario de la Real Academia (avance de la 23ª edición) no me deja plenamente satisfecho. Es la siguiente:

1. f. Estado de grata satisfacción espiritual y física.
2. f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Mi familia es mi felicidad.
3. f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. Viajar con felicidad.

De las tres acepciones, la primera es “grata satisfacción” (insuficiente), la segunda habla de personas, situaciones u objetos y la tercera (ausencia de inconvenientes) es más bien contento que felicidad. Una sociedad que no define bien su felicidad (como tampoco definimos bien el talento o el orgullo) tiene mucho que mejorar.

Como he contado en alguna otra ocasión, me quedo con la definición de Tal Ben Shahar, profesor de Harvard de esta “asignatura” (la Felicidad), para quien es “una experiencia global de placer y significado”. Placer: emociones, motivación, movimiento. Significado: conviene acudir al pensamiento de Viktor Frankl (El hombre en busca de sentido): “lo que la persona realmente necesita no es un estado libre de tensiones, sino de búsqueda y lucha por conseguir un objetivo que tenga valor para ella”). En Una palabra tuya, Milagros asume una postura en cierto modo hedonista (sacrificar el futuro por el presente). Al fin de la historia sabemos por qué. Rosario, debido a la educación que le ha inculcado su madre y a la “escapada” de su padre cuando ella era una niña, es más bien nihilista (ni presente ni futuro), y va tirando. Su madre (Mª Alfonsa Rosso), muy religiosa, tiene la cultura de lo que cuentan por la tele, y así vive en el miedo y la resignación.

Rosario encuentra el “significado” en la amistad de Milagros, que siempre está ahí para ayudarle.
Y el “placer” en este Morsa tontorrón, tan machito ibérico, que en realidad no es más que una buena persona.

Y la banda sonora de Julio de la Rosa, entrañable, incluye varias versiones de la canción Corazón contento de Palito Ortega que en su día cantara Marisol:
Tú eres lo mas lindo de mi vida
Aunque yo no te lo diga, aunque yo no te lo diga
Si tú no estas yo no tengo alegría
Yo te extraño de noche
Yo te extraño de día
Yo quisiera que sepas (la, la, la, la)
Que nunca quise así (la,la,la,la)
Que mi vida comienza (la,la,la,la)
Cuando te conocí
Tú eres como el sol de la mañana
Que entra por mi ventana
Que entra por mi ventana
Tú eres de mi vida la alegría
Eres sueño en la noche
Eres ritmo en mis días
Tengo el corazón contento
El corazón contento
Y lleno de alegría
Tengo el corazón contento
El corazón contento
Desde aquél momento
En que llegaste a mí
Y doy gracias a la vida
Y le pido a Dios que no me faltes nunca
Yo quisiera que sepas (la, la, la, la)
Que nunca quise así (la,la,la,la)
Que mi vida comienza (la,la,la,la)
Cuando te conocí
Tengo el corazón contento
El corazón contento
Y lleno de alegría
Tengo el corazón contento
El corazón contento
Desde aquél momento
En que llegaste a mí
Y doy gracias a la vida
Y le pido a Dios que no me faltes nunca
Yo quisiera que sepas (la, la, la, la)
Que nunca quise así (la,la,la,la)
Que mi vida comienza (la,la,la,la)
Cuando te conocí
Tú eres como el sol de la mañana
Que entra por mi ventana
Que entra por mi ventana
Tú eres de mi vida la alegría
Eres sueño en la noche
Eres ritmo en mis días


La escritora Clara Sánchez hacía esta crítica de la peli antes de ayer en El País:

“Madrid se merece esta emocionante película que habla de gente de la calle, de supervivientes que quieren algo más para sus vidas que lo que les ha tocado en suerte, que luchan por conquistar el amor, la maternidad y lo que quiera que uno crea que le va a dar la felicidad. ¿Quién no tiene compañeras de trabajo, hermanas, vecinas, primas o conocidas como Milagros y Rosario? Estas dos mujeres tan distintas y al mismo tiempo unidas por la insatisfacción están en la franja de los treinta, cuando ya se tiene bastante vida a la espalda como para que algunos recuerdos se hayan convertido en fantasmas. Rosario logra tirarlos a la basura como quien dice (ya verá el espectador cómo), mientras que lo de Milagros tiene peor arreglo porque quiere desesperadamente lo que no tiene. Y es que debajo del aspecto de chica atolondrada de Milagros hay un tormento (ya descubrirá el espectador cuál es).
Por supuesto son los matices interpretativos los que montan estos dos inolvidables personajes con sus amarguras y pequeños momentos de gloria. Son los diálogos frescos e inteligentes de un buen guión (basado en la estupenda novela Una palabra tuya de Elvira Lindo, que obtuvo el Premio Biblioteca Breve) los que en las bocas de Malena Alterio (Rosario) y Esperanza Pedreño (Milagros) forman una historia única e intransferible porque está sostenida sobre sentimientos de verdad. Se trata de dos actrices apabullantes, conocidas sobre todo por su trabajo en televisión, a las que ese medio no ha arrebatado ni un gramo de su gracia natural.
Frescas, naturales, ingenuas, sabias, un poco duras, un poco tiernas, con mucho que dar a la gente de alrededor. El personaje de Malena Alterio siempre está tiernamente cabreado, el personaje de Pedreño está desesperadamente alegre. Milagros no sabe esperar y desde la primera vez que la vemos nos da la sensación de que bordea el peligro, de que anda por el alambre, de que no le importa caerse y también que puede arrastrarnos con ella. Qué miedo da alguien que ha perdido el miedo. A Milagros le ocurre algo que no vemos, lo que nos produce incomodidad, desasosiego, mientras que el drama de Rosario está a la vista de todos y, aunque sea duro asistir al deterioro de su madre, somos capaces de acompañarla en su lucha con el día a día. Ninguna de las dos tiene grandes ambiciones ni grandes sueños, tienen problemas que resolver.
Rosario quiere y no quiere que Milagros la arrastre a su particular mundo de riesgo. Mira con recelo su temeridad, pero al mismo tiempo le viene bien porque le abre horizontes, le enseña a vivir y a ir perdiendo el miedo, a vencer límites. El espectador intuye que para Milagros hay asuntos de fondo más importantes que pasarse por el forro unas cuantas reglas. Una palabra tuya habla del miedo a no vivir lo suficiente y del miedo a vivir demasiado, a pasarse de la raya. Rosario y Milagros son esos tipos de personas en que casi todos nos podemos reconocer (los que se atreven y los que necesitan ayuda para atreverse) y que mueven la sociedad porque no están predestinadas a nada, porque luchan, dudan, trabajan, porque es la gente que limpia las calles, conduce taxis, cuida a los familiares enfermos, la que no tiene más remedio que ser generosa si no quiere tener remordimientos el resto de su vida. Es la gente que no puede más y que no tiene a quien quejarse. Rosario y Milagros forcejean con la mediocridad sin filosofar, mediante una rebeldía interior que dejan aflorar en sus actos y en palabras que no pretenden entrar en la posteridad y que sin embargo logran entrar en nuestra experiencia vital. Son seres entrañables dueños de un temperamento propio, de estados de ánimo y emociones que vemos reflejados en cualquiera de nosotros.
Y esto es lo difícil, que algo tan sutil como "una manera de ser" alcance consistencia en la pantalla y que sea la materia prima de la historia. Algo que no sería posible sin unos actores de gran calidad, entre los que hay que incluir el trabajo de Antonio de la Torre dando vida a un tierno y entrañable Morsa. Y desde luego sin la dirección de una inspirada Ángeles González-Sinde, que alcanza en esta cinta un magnífico resultado.
El Madrid de esta historia de identidades que se rehacen es un "Madrid por dentro". Las calles podrán cambiar de dirección, se podrán levantar unas casas y tirar otras, soterrar la M-30 y remozar barrios enteros, pero lo que de verdad marca la naturaleza de esta ciudad es su gente.”

Chapeau! por Una palabra tuya y por el nuevo cine español.