Nuestras Thelma y Louise

Viaje de Madrid a Málaga en el AVE de las 10.35 horas, a proseguir con las vacaciones de verano. En dos horas y medio me plantaré en la capital de la Costa del Sol.

Leo en la prensa los comentarios a la inauguración de los Juegos Olímpicos de ayer. Me quedo sobre todo con dos artículos: los de Bassat y Ollé. Lluis Bassat (considerado el mejor publicitario del siglo XX), es un directivo y empresario a quien admiro desde siempre y con quien he tenido varias veces ocasión de charlar, la última vez en la conferencia de Tony Blair en Barcelona. Titula su columna Luz sin emoción. Compara la ceremonia de ayer con la de Barcelona 92 (16 años después, el avance tecnológico ha sido vertiginoso). Nos recuerda que la de la ciudad condal la vieron 1.500 millones de espectadores y la de Pekín unos 4.000 millones de personas. El éxito de ayer, siempre según Bassat, está en el tapiz electrónico sobre el que actuaban miles de bailarines en magníficas coreografías. Un inmenso globo terráqueo que recorrían 58 atletas. Además, unos “ominipresentes fuegos artificiales”. Hasta ahí (en la tecnología), la ventaja de Pekín sobre Barcelona. El empate, en los cantantes: Liu Huan y Sarah Brightman frente a Josep Carreras y… también Sarah Brightman con Amigos para Siempre.

¿En qué mejoró Barcelona 92 a Pekín 08? Bassat nos informa de que “Samaranch fue tajante: nuestro desfile debía durar menos de una hora y media”. El de ayer, mas de dos horas, “se hizo interminable”. La caminata de Li Ning no fue tan emocionante como la flecha de Montjuïc. Y Lluis finaliza su espléndido artículo: “Me ha faltado algo de emoción. Se dice que en un espectáculo no hay emoción si no hay riesgo y creo que esta ceremonia, perfecta por un lado, no ha arriesgado lo suficiente. Tal vez en eso he echado de menos a Spielberg”. Nadie mejor que el Presidente de las ceremonias de los Juegos de 1992 para hacer un análisis tan completo.

Alex Ollé, Director de La Fura del Baus (que participó en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92), también ha publicado un artículo, Ingenio, creatividad y tecnología. Se refiere a la mejora en las tecnologías de la imagen (el LED, con minúsculos emisores de luz). “En determinados momentos, me pasaba por la cabeza el sufrimiento que había detrás. Para cuadrar al milímetro los movimientos de esa masa de gente, 1.500 o 2.000 personas, ahí hay mano dura. He visto la ceremonia con niños y cuando aparecieron los militares con la bandera olímpica dijeron: “Mira, robots”. Pero el resultado es impresionante. Nuestra ceremonia fue más mediterránea, había más caos, aunque fuese ordenado, lo que le daba un toque más orgánico, más vivo. El caos que aporta emoción, mientras que lo de ayer creo que generaba principalmente admiración”.

Quienes me conocéis ya sabéis que considero que una obra de arte es aquella que genera emociones. Por eso, igual que China no es todavía una superpotencia aunque sea un gran actor global (como pone de manifiesto el excelente especial de La Vanguardia sobre aquel gran país), la inauguración de ayer fue una obra admirable, pero le faltó la emoción de un acontecimiento de tal magnitud. Y con la emoción, la vida.

He leído durante el viaje en tren -y he disfrutado muchísimo- el relato Una palabra tuya de Elvira Lindo (Premio Biblioteca Breve 2005), que Ángeles González-Sinde ha llevado al cine con protagonizada por Malena Alterio (Aquí no hay quien viva, Días de cine), Esperanza Pedreño (”Cañizares, de Camera Café) y Antonio de la Torre (Volver, AzulOscuroCasiNegro, Mataharis).y veremos en nuestras pantallas en dos semanas (a partir del 22 de agosto). Es el retrato de dos mujeres, a lo Thelma y Louise, que se conocieron en el colegio y ahora trabajan juntas de barrenderas. Rosario (la que cuenta la historia), inteligente, firme y aparentemente vulnerable; Milagros es una fuerza de la naturaleza, iconoclasta aunque no muy brillante. Gente corriente, que evoluciona hacia el precipicio o hacia la completitud.

La crítica de la obra por Regina Irae es la siguiente:
“Novela oscura estructurada en forma de monólogo en que la protagonista va desgranando tanto su relación con su amiga Milagros como con su familia. Aunque la trama parece avanzar desde el comienzo hacia algo que ya ha sucedido y que Rosario relata a modo de justificación o explicación, o quizá para comprender lo sucedido, no es lo más importante. Rosario desgrana en un tono de humor irónico, a veces negrísimo, el drama de su vida anodina y un tanto fracasada. Los capítulos en que cuenta la compleja relación con la madre, Encarnación, el desentendimiento de su hermana Palmira y la ayuda que reciben por parte de Milagros en el tiempo que dura la enfermedad y agonía materna son especialmente duros, terribles, por su estremecedor realismo de hija que llega a odiar a la persona que tiene que cuidar cuando ha perdido el control de su mente y su cuerpo, ha olvidado todo y ni siquiera queda la posibilidad de una reconciliación. Durante todas estas reflexiones, a las que se añade la relación (entre resignada y aburrida) de Rosario con un compañero barrendero, Morsa, Milagros aparece de continuo en la sombra como un personaje al que se desprecia (en ocasiones sugiere que sufre un tipo de retraso más allá de cierta ingenuidad) y se necesita. En cierto modo Rosario se compara con Milagros, sugiriendo que es más inteligente y válida que una mujer que se desvive por ella, calificando su amor y bondad como una tara, quizá porque no comprende tanta lealtad. Sin embargo, de algunos pasajes se deduce que Rosario no se engaña a sí misma tanto como parece, que tiene dudas sobre sus motivos, que sus certezas no son tales, y lo reconoce con momentos de una cruel ironía y autoanálisis demoledores hacia sí misma. Cuando apenas quedan cien páginas para terminar la novela, la autora rompe su estructura de monólogo en que Rosario incluía las conversaciones para pasar a la forma diálogo habitual en las novelas, quizá para dar voz y réplica a Milagros, para que se la vea como es y no sólo a los ojos de Rosario, tono que mantiene hasta el desenlace. Debido a la dureza de los temas que trata, la lectura puede no ser aconsejable para personas con tendencia a la melancolía, depresión etc... En resumen: la (terrible) vida misma.”
Y Elvira Lindo, la autora, opina en una entrevista:
P.- ¿Qué es Una palabra tuya, la novela ganadora?
R.- Es un libro que yo llevaba pensando mucho tiempo, que ha tenido distintas fases de maduración y que habla de personas raras, solas, perdidas, que buscan desesperadamente tener a alguien al lado que merezca la pena.
P.- Trata de las peripecias de una desheredada que se gana la vida con la basura.... ¿Cómo perfiló el personaje?
R.- Realmente el personaje yo lo tenía pensando hace mucho tiempo, quería darle voz a una mujer furiosa. No es la típica mujer frustrada. Ella cuenta su historia casi gritando, pidiendo justicia. Es una mujer inteligente que no ha tenido suerte pero que tampoco ha sabido cómo buscar esa suerte. Yo me identifico con ella en su lado furioso, rebelde, en su actitud de incomodidad continua. No digo que sea la mejor manera de ser, al contrario, en muchas ocasiones es una lata para el prójimo, pero la entiendo perfectamente.
P.- Le gusta escribir sobre desahuciados, resignados a ver la vida pasar, pero con mucha fuerza interior.... ¿Es eso correcto?
R.- Se puede decir que sí. Yo creo que escribo sobre gente como yo, tal vez no como yo ahora en estos momentos pero sí como he sido yo en algunas ocasiones. No me siento ajena a mis personajes. Y el hecho de que sean barrenderas no me parece un exotismo, sino algo relativamente normal, quiero decir que no trato de hacer ningún tipo de reflexión sociológica con mis personajes, no, ellos me prestan sus oficios, sus vidas, para que yo cuente la historia que quiero contar.
P.- Podríamos definir Una palabra tuya como una novela urbana y picaresca?
R.- Sí, por qué no.
P.- También se cuenta que usted se documentó viajando con las basureras por Madrid.... (perdone la expresión). ¿Qué aprendió de ellas en ese peregrinaje constante?.
R.- Aprendí sobre todo cosas del oficio. Los personajes yo ya los tenía en mi cabeza, no me modificó la idea que yo tenía de sus sentimientos ni de sus historias, entre otras cosas, porque las barrenderas que yo conocí hacían con bastante alegría su oficio, pero yo necesita saber cosas sobre su actividad diaria, cosas prácticas, para no meter la pata.
P.- Una palabra tuya está escrita según sus propias palabras, con el corazón... ¿Qué efecto pretende conseguir en el lector Elvira Lindo?
R.- Pretendo que cuando acabe el libro no se olvide inmediatamente de él, pretendo que la música interior del libro persista en su memoria. Está escrito arrebatadamente, pero pensando muy bien en la forma que quería darle, quiero decir, que no es un libro espontáneo. Para nada. Tiene un estilo muy pensado, incluso yo diría que pensado fríamente. Lo que sale del corazón es la historia.
P.- ¿Qué quiere decir cuando afirma que le gustaría ser leída con inocencia?
R.- Pues lo que digo, que me gustaría que la gente no llevara ideas preconcebidas, ni para bien ni para mal.
P.- ¿Siente que es la mejor novela que ha escrita hasta la fecha?
R.- Sin duda alguna.

La historia me ha hecho reír, llorar, pensar… Ha movido mis emociones. Me ha encantado y espero pasarlo genial con la versión cinematográfica.