Perversos


Día de coaching en Barcelona. Ida en Puente Aéreo (antes he tenido una reunión en el Campo de las Naciones) y vuelta en el AVE.

He tenido la oportunidad de pasar por la librería Excellence, en Rambla de Cataluña nº 25, y comprar varios libros. Entre ellos, uno que he leído en el tren hacia Madrid: Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos.

Escrito por la historiadora francesa Elisabeth Roudinesco, es un repaso a la perversión desde que apareciera el término en la Edad Media. Del latín “perversio” (perversus, participio pasivo del verbo pervertere, volver del revés, invertir, cometer extravagancias), el sustantivo aparece entre 1308 y 1444. “El demoníaco, réprobo, criminal, depravado, torturador, disoluto, falsario, charlatán, delictivo, el pervertidor era, ante todo, un ser doble, atormentado por la figura del Diablo pero habitado al mismo tiempo por un ideal del bien que no cesaba de aniquilar”.

El libro repasa los perversos medievales, al marques de Sade y los libertinos, las singularidades sexuales perversas, a nazis abyectos como Adolf Eichmann (responsable directo del asesinato de más de cinco millones de judíos) o Rudolf Höss (comandante de Auschwitz). “Eichmann no era ni sádico, ni psicópata, ni perverso sexual, ni monstruoso, ni estaba afectado por ninguna patología visible. El mal estaba en él, pero no presentaba signo alguno de una perversión cualquiera. En una palabra, era normal, aterradoramente normal, puesto que era el agente de una inversión de la Ley que había hecho del crimen la norma.” Es la banalidad del mal. Höss era el fruto de “un padre grotesco, de espantosa rigidez, y una madre perfectamente estúpida”. Odiaba la ciudad, sólo se relacionaba con los animales y descubrió en el ejército que “el enemigo está en todas partes”. En 1922 se adhirió al Partido Nacionalsocialista. Un psicópata lleno de odio., que fue ahorcado el 16 de abril de 1947 frente al crematorio de Auschwitz.

En 1987, “sin la menor discusión teórica, el término “perversión” desapareció –como por lo demás el de “histeria”- de la terminología psiquiátrica mundial para ser sustituido por ‘parafilia’”. En consecuencia, “la desaparición del término ‘perversión’ del léxico de la psiquiatría ha permitido a la ciencia médica moderna estigmatizar como paráfilo a cualquiera, tanto a todo sujeto que tiene repetidamente fantasías perversas (es decir, buena parte de los habitantes del planeta) como a quienes se entregan a práctican sexuales perversas (legales o ilegales). Si ya nadie es perverso, puesto que el término ha desaparecido, toda persona es susceptible de serlo”. Es más, “una sociedad que profesa semejante culto a la transparencia, a la vigilancia y la abolición de su parte maldita es una sociedad perversa”. En estos momentos, nos aclara la autora, se consideran perversos a los pedófilos y a los terroristas.

Un libro curioso, que da de pensar.