Inception (Origen)

Ayer estuve viendo Inception (aquí traducida por Origen), la última película de Christopher Nolan, el director de El caballero oscuro. Reconozco que la anterior de Nolan, un exitazo de crítica y público, no me llenó. Me pareció excesivamente larga y pretenciosa, poco redonda. Ingeniosa, sí, tal vez innovadora, pero no una obra de arte (para Imdb, con casi medio millón de votos, es la 11ª mejor película de la historia del cine, con un 8’9 sobre 10).

Lo de Inception es más grave. La puntúan los internautas de Imdb con 9’1 (medalla de bronce de la historia del cine),con casi 200.000 votos. Más de medio millón de espectadores en España en el primer fin de semana. La sinopsis ofrecida por la productora es la siguiente: “Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) es un ladrón hábil, el mejor de todos, especializado en el peligroso arte de extracción: el robo de secretos valiosos desde las profundidades del subconsciente durante el estado de sueño cuando la mente está más vulnerable. Esta habilidad excepcional de Cobb le ha hecho un jugador codiciado en el traicionero nuevo mundo de espionaje corporativo, pero al mismo tiempo, le ha convertido en un fugitivo internacional y ha tenido que sacrificar todo que le importaba. Ahora a Cobb se le ofrece una oportunidad para redimirse. Con un último trabajo podría recuperar su vida anterior, pero solamente si logra lo imposible --- el inicio. En vez de llevar a cabo el atraco perfecto, Cobb y su equipo de especialistas tienen que invertir la operación; la tarea no consiste en robar una idea sino en colocar una. Si tienen éxito, podría ser el crimen perfecto. No obstante, ni la cuidadosa planificación ni su pericia puede preparar el equipo para el peligroso enemigo que parece conocer de antemano cada movimiento suyo. Es un enemigo que solamente Cobb podría haber imaginado.” Inception, que en inglés quiere decir un acontecimiento que es el origen de algo, es en la cinta el procedimiento de introducir una nueva idea en el subconsciente de alguien para que cambie su pensamiento y su comportamiento.

Diego Salgado ha escrito en http://www.cine.fanzinedigital.com/ una crítica que considero interesante: “Puede que Origen, lo nuevo de Christopher Nolan, sea la mind-game movie más programática y autoconsciente realizada hasta la fecha. El término inglés que hemos empleado designa ese tipo de películas que supeditan su acción a los procesos mentales de los protagonistas, en no pocas ocasiones intrigantes para ellos mismos y, como consecuencia, para el espectador; los acontecimientos se desarrollan en las zonas fronterizas entre la vigilia, el sueño, la locura y la muerte, lo que nos obliga a ir reformulando sobre la marcha el sentido de narraciones tan líquidas, desconcertantes y arbitrarias como las composiciones digitales y los efectos fotográficos y de montaje con que suelen adornarse.
Aunque la obra de realizadores como Robert Wiene, Alfred Hitchcock, Fritz Lang, Alain Resnais o Chris Marker nos recuerda que las mind-games movies no son una novedad en la historia del cine, resulta innegable que en los últimos años se han convertido en una plaga de sorprendente incidencia en el cine comercial: Shutter Island (protagonizada como Origen por Leonardo DiCaprio), Stay, The Matrix, Los Otros, El Club de la Lucha, Donnie Darko, El Sexto Sentido, Mulholland Drive, Olvídate de Mí o Memento (no por casualidad dirigida también por Christopher Nolan) dan cuenta de unos tiempos convulsos, inseguros, en los que la naturaleza de las imágenes y los relatos, así como nuestros consensos en torno a las identidades individuales y colectivas, están bajo sospecha.
Sin embargo, como ha señalado Thomas Elsaesser, es posible que las mind-game movies no operen únicamente como testimonios de nuestra confusión. También se estarían adaptando al entorno sociocultural y cumplirían una función didáctica: prepararnos para un mundo en el que la interacción entre lo empírico y lo ilusorio, la preponderancia de lo tecnológico sobre la percepción física de los hechos, la comunicación instantánea y a la vez desustanciada con cualquiera en cualquier parte del mundo, el consumo legal y alegal de sustancias químicas para poder iniciar y acabar el día, la inmersión en infinitas formas de ocio/consumo y un largo etcétera de traumáticos cambios en el modo de habitar e interpretar lo real, han dejado obsoletos modelos representativos tradicionales.
Algunos de estas mind-game movies están actuando incluso como manuales casi literales de instrucciones, que si cuentan con la interactividad del público pasan a funcionar más como cosmogonías lúdicas que como películas. Han sido los casos de The Game, The Matrix Reloaded, La Joven del Agua y, ahora, Origen; una película que se adscribe a un género muy frecuentado, el de los atracos perfectos, aunque los ladrones sean corporativos y su objetivo no sean las riquezas de nadie sino su subconsciente; que, manipulado adecuadamente, puede abrir las puertas de cualquier posesión.
Tal excusa argumental sirve al propósito de que Nolan pueda impartir una clase magistral sobre nuevas maneras de concebir el entretenimiento. Aun a costa de que la película adolezca de verdadera profundidad intelectual por debajo de su elefantiasis formal y la verborrea descriptiva y enfática que comparten los personajes; de que el trauma marital que arrastra Dom Cobb (DiCaprio), líder del equipo de hackers oníricos, sea más un MacGuffin artificioso que el gran (único) aspecto dramático pretendido; y de que los esfuerzos de Cobb y sus secuaces por introducir una idea sediciosa en la mente del joven heredero de un imperio financiero —los últimos cuarenta y cinco minutos de proyección— jamás lleguen a ser otra cosa que un ejercicio práctico derivado de la teoría expuesta durante los cien minutos previos.
Ese ejercicio tiene, sin embargo, no poco de fascinante: la yuxtaposición de hasta cuatro niveles de conciencia con sus propios paisajes y escalas de tiempo, conforma un vibrante tour de force que se permite el lujo de homenajear los clímax típicos de cualquier blockbuster que se precie y, a la vez, multiplicar su poder abrumador, catártico. Pero es que, además, hay mucho de literatura experimental, de videojuego, diseño de programación, teoría de laberintos y arquitectura espacio-temporal confluyendo en esta parte postrera de la película; una intención en gran parte lograda de sobredimensionar el formato de thriller a que se adscribe Origen —la filmografía entera de Nolan— otorgándole renovados marcos culturales y lecturas críticas.
En este sentido Nolan ha sido, para bien y para mal, fiel a sí mismo. Su ópera prima, Following (1998), gira en torno a un escritor en busca Cursivade inspiración que termina siendo víctima del destino que otro dicta para él. En la ya citada Memento (2000), un amnésico se desvela capaz a la postre de manipular a su conveniencia la realidad. Insomnia (2002) es la historia de un policía cuyo estado alterado de conciencia le facilita el sembrar la confusión sobre sus actos. Batman Begins (2005) y El Caballero Oscuro (2008) han representado el cénit y la decadencia de una visión tradicional, maniquea, del héroe y el villano. Y El Prestigio (2006) es un cuadro clínico de obsesiones que trastocan el discernimiento de un mago.
Todas ellas y Origen se deben, en definitiva, a lo que Nolan entiende por narrativa: “la difusión controlada de la información”. Estrategia en la que se emplea con un apabullante andamiaje referencial, escenográfico y metacinematográfico. Lo que sin duda aporta a sus propuestas solidez y cualidades sorpresivas, pero también un considerable cálculo instrumental más propio, como decíamos, de un manual de instrucciones para entender nuestro mundo que de una creación artística que lo reinterprete: Origen es un blockbuster mucho más trabajado e “intelectual” de lo acostumbrado, pero no una película que procure emociones ni reflexiones deslumbrantes.”

Estoy plenamente de acuerdo con Diego Salgado. Origen no me ha procurado emociones ni reflexiones deslumbrantes, aunque trate del descompensado impacto de lo subconsciente sobre lo consciente y del incomparable valor de las ideas (el virus más poderoso que existe). Leonardo di Caprio está formidable (como en Shutter Island), pero más allá de los efectos especiales, el relato no me pareció demasiado impactante, ni emotiva ni intelectualmente.
Mis agradecimientos de hoy para Chris Nolan y su equipo, Leo di Caprio, Diego, Leonor Gallardo (hemos estado trabajando juntos esta tarde en nuestros proyectos editoriales) y para Zoe, con quien he pasado una estupenda mañana.