En quién confiamos

Uno de los artículos que más me interesó ayer en la prensa es el Dr. José Juan Toharia, presidente de Metroscopia. Es la primera entrega de un barómetro de Confianza Ciudadana, el activo que David Putnam llamó en su día “Capital Social”. A partir de una muestra representativa y un proceso totalmente riguroso, podemos saber lo que los españoles opinamos sobre un total de 41 instituciones.

Ninguna de ellas, entre el 0 y el 10 (de “ninguna confianza” a “total confianza”) obtiene un sobresaliente. Los mejor valorados son los científicos y los médicos (7’4), la universidad y la sanidad pública (6’8), la policía (6’7) y la seguridad social (6’6). Los peor valorados, los políticos (2’6), los partidos políticos (2’8), los bancos (2’8), el actual gobierno del Estado (3’0), los obispos (3’1), los sindicatos (3’3) y la administración de justicia (3’5). Con lo que le ha costado a nuestro país alcanzar la democracia tras una república ineficaz, una guerra fratricida y 40 años de dictadura, y años después, valoramos tan poco a los políticos, al gobierno, a los sindicatos y a la justicia.

Respecto al mundo de la empresa, las pymes merecen un 6’6; las grandes empresas españolas, un 5’2; los funcionarios y los empresarios, un 4’6; las multinacionales, un 4’5; las cajas de ahorros, un 3’7 y los bancos, un 2’8. Lamentables resultados en un mundo en el que la confianza es esencial para hacer negocios.

En la zona media, entre el 5 y el 6’5 están los intelectuales, la guardia civil y las fuerzas armadas (6’5), las ONG (6’2), las fundaciones (5’8), Cáritas (5’8), El Rey (5’6), el Tribunal Constitucional (5’3), los abogados y los notarios (5’2).

Entre los suspensos, entre el 3’5 y el 5, están el defensor del pueblo y los jueces (4’8), la prensa escrita, la obra social de la Iglesia y los fiscales (4’7), los tribunales de justicia (4’6), los ayuntamientos (4’3), el parlamento (4’2), la televisión (4’1), la iglesia católica y los gobiernos autonómicos (4’0).

“En conjunto, el ranking ofrecido no difiere sustancialmente del que suele obtenerse en otros países comparables al nuestro. Instituciones básicas de carácter protector como la Sanidad pública, la Seguridad Social, el Ejército, la policía y la Guardia Civil quedan en cabeza; todo lo referido al mundo de la política, en cambio, en la cola”, escribe José Juan Toharia, que titula esta primera entrega “Notable a los que hacen el bien”. Los tres próximos domingos de agosto continuará con los resultados de este interesante estudio.

La confianza es capital y lo será cada vez más. He estado leyendo “La primavera árabe” del escritor marroquí Tahar Ben Jelloun (Premio Goncourt 1987). Es un análisis sumamente interesante de lo que está pasando en Egipto, Túnez, Libia, Yemen, Marruecos y Argelia. Es “el despertar de la dignidad” y tiene mucho que ver con la confianza. Dictadores como Mubarak y Ben Alí desconfiaban absolutamente en sus pueblos y por ello controlaban, a través del ejército y la policía, Egipto y Túnez respectivamente. Por fortuna, ya han sido depuestos. En Libia, la resolución de la ONU obliga a Gadafi, ese pintoresco personaje al que Europa le rio las gracias, a que abandone el poder. Por lo que el autor nos cuenta, en Marruecos el monarca está haciendo las reformas adecuadas en la buena dirección (aunque tal vez no al ritmo deseado) y Yemen (un país que se mantiene como en el siglo VII) y Argelia (una dictadura militar) deben transformarse. La excusa de frenar al islamismo radical ya no sirve, porque la juventud de esos países lo que quiere es libertad, dignidad, felicidad.

Hay que dar las gracias a aquellos que, durante la primavera árabe, han entregado su vida por lograr que sus compatriotas vivan en un país radicalmente diferente, desde Mohamed Buazizi en Túnez (la chispa que prendió en Sidi Buzidi) y Sayed Bidal (un joven de 30 años, con su mujer esperando un hijo; un inocente al que la policía de Mubarak quería inculpar del atentado terrorista a una iglesia cristiana) a los miles de represaliados en esos países.