Rajoy, Mosqueteros, Neuroética y Neuropolítica

Esta tarde hemos estado la Dra. Leonor Gallardo y un servidor presentando el libro “Los Mosqueteros de Guardiola” en Lleida, en Ekke, uno de los mejores centros deportivos de Catalunya y de toda España. La sala estaba absolutamente repleta, y la audiencia concentrada en aprender del “Espíritu de los Mosqueteros”, de sus siete principios, y de cómo aplicarlos a nuestra vidas y nuestras organizaciones. Hemos partido del vídeo-trailer del libro, que puede verse en Youtube (en castellano y en catalán) y después Leonor y un servidor hemos planteado el paralelismo, los siete principios (que se resumen en Autoconfianza, Simplicidad y Velocidad), las cualidades de cada uno de los miembros del “Pep Team” (entre todos, las virtudes universales según Martin Seligman)… Os agradezco muchísimo a Pep y Joan David, de Ekke, el que vayamos a Lleida por segunda vez a presentar nuestros libros. En un país en el que se lee tan poco, tanta expectación nos abruma, francamente, pero el mérito es de Pep Guardiola, su equipo técnico y sus jugadores, un caso extraordinario de Liderazgo compartido, de Liderazgo colectivo, un superorganismo con rostro humano.

Como he tomado hoy tres AVEs (Valencia-Madrid, Madrid-Lleida y Lleida-Barcelona, a las 21.22 h), he podido leer la prensa del día. ABC y La Razón, eufóricos con el discurso de investidura de Mariano Rajoy, creen que “por fin, España tiene un plan”. Ni me gusta nada que nuestros “líderes” políticos lean sus discursos (¿se imaginan a Guardiola, Mourinho o Emery leyendo papeles en las ruedas de prensa?). Me parece que la eficiencia en la administración pública debería ir más allá de recortar y evitar duplicidades (que por supuesto), apelando a contar con planes estratégicos, liderazgo de verdad, reducción radical del absentismo, velocidad y servicio al cliente… (nada de esto se dijo ayer), eliminar de raíz la corrupción (de esto, poco se dijo ayer), mejorar la educación (prolongar el bachillerato, si la calidad docente y educativa es baja, es inútil), fomentar la productividad (pasar los festivos al lunes, que está bien, es el chocolate del loro, cuando la productividad depende en más de un 60% de la calidad directiva) y la innovación (nuestro problema no es tanto de déficit público, como muy bien explica The Economist en “The world in 2012”, sino de agotamiento del modelo económico de ladrillo y sombrilla). Ya lo dijo Einstein: “La mayor parte de los problemas no pueden ser resueltos al mismo nivel que fueron creados”. Necesitamos confiar en la capacidad de liderazgo de Rajoy para salir de esta, pero resulta difícil porque D. Mariano, como Rubalcaba, son hijos del siglo pasado. Guardiola, Mourinho o Emery, los reyes magos de la Liga, son hijos del siglo XXI, y practican la exigencia, la competitividad, la verdadera eficiencia (desde el orgullo de pertenencia) y la obtención de resultados partiendo de retos ambiciosos. ¿Por qué no nos merecemos en la vida social, económica, empresarial, lo que admiramos en la vida deportiva de nuestro país?

También he estado leyendo Neuroética y Neuropolítica, de la profesora Adela Cortina. Un ensayo sobre estas dos neurociencias tan fascinantes. Doña Adela considera, y un servidor con ella, que Sócrates y Kant estaban acertados en el “Conócete a ti mismo” y en el aprendizaje experimental (“las investigaciones científicas no consisten en sentarse pasivamente ante la realidad y esperar a que ésta nos dé lecciones, sino en aprender primero de ella, pero desde ese aprendizaje inicial diseñar un experimento, construir un marco desde el que preguntar a la realidad para que ella confirme o desmienta nuestra propuesta inicial”). Lo que modestamente tratamos de hacer con nuestros libros sobre Liderazgo y Deporte.

Dedica el libro la primera parte a la Neuroética, nacida en el Congreso de San Francisco de 13-14 de mayo de 2002. En sus orígenes, el mito de Frankenstein (Mary Shelley, 1816). Se plantea “el examen de lo correcto y lo incorrecto, bueno y malo, en el tratamiento del cerebro humano, en su perfeccionamiento, o en la indeseable invasión en el cerebro o en su preocupante manipulación” (William Saffire).

De la Neurocultura forman parte la Neuroética y la Neuropolítica, la Neurofilosofía, la Neuroteología, la Neuroestética, el Neuroderecho, la Neuroeconomía y el Neuromarketing (Martin Lindstrom). “La neuroética trataría sobre las bases cerebrales de la conducta moral y se preocuparía por los fundamentos filosóficos de la obligación moral”. Esto es: ¿Por qué debo? Para los “Mosqueteros”, es el Triunfo del Honor, de la obligación moral por encima de los derechos humanos. Es pasar del “es” cerebral al “debe” moral (¿hay respuestas cerebrales para los dilemas morales? se pregunta, entre otros, Michael Gazzaniga). El imperativo neuroético: “Amarás al cercano y rechazarás al extraño”. “La evolución salva al grupo porque es el modo de salvar a la persona”. “El ser humano es claramente dependiente de su entorno social, y menos de sus genes”.

La segunda parte trata de la Neuropolítica, que sienta las bases cerebrales de las elecciones políticas. La regla de Hamilton (por el biólogo evolutivo William D. Hamilton) es “obra con los demás según la medida en que compartan tus genes”. Para los biólogos matemáticos Martin Nowak y Karl Sigmund, es pasar del “homo economicus” (maximizador del beneficio) al “homo reciprocans” (de racionalidad limitada, gobernado por instinto y emociones). Es la persona que reciproca, que coopera. Es el altruismo recíproco. La autora cita a Kropotkin en un clásico del anarquismo, “Ayuda mutua: un factor de evolución”, donde se documenta que la cooperación es mejor factor de supervivencia que la competición.

La democracia exige reciprocidad, y va más allá. El ser humano desarrolla a lo largo de su vida más del 70% de su cerebro, por lo que la educación es esencial. La democracia, en confianza, necesita de un contrato social, con derechos y deberes.

La tercera parte trata de “La indeclinable libertad”. ¿Deciden las neuronas o voluntad libre? ¡Qué relajante es el determinismo, porque no somos responsables de nada! Dos neurólogos alemanes, Kornhuber y Deecke, hablan de “potencial de disposición no consciente”, que precede a los actos volitivos un segundo. Como bien dice Adela Cortina, “la libertad no se mide en milisegundos”. La libertad es terca y se forja (AC cita a Tocqueville: “Quien se pregunta ¿Libertad para qué? Es que ha nacido para servir”). “No hay conocimiento neurocientífico sin mutuo reconocimiento de la libertad y la responsabilidad”. El derecho necesita personas libres.

La cuarta y última parte es “El reto de la educación”. La persona llega a serlo por la educación. La persona es racional y emocional. La Dra. Cortina concluye: “Aprender a degustar cordialmente el valor de la dignidad tanto de los seres lejanos como de los cercanos, dando lugar a nuevos vecindarios, tanto de los vulnerables como de los que no parecen serlo; y aprender a razonar desde la estima de ese valor es, en definitiva, un urgente programa educativo para los nuevos tiempos”.

Magnífico ensayo el de Adela Cortina sobre estas nuevas neurociencias, que nacen con el siglo. Seguiré con interés las investigaciones del Grupo de Investigación de Excelencia sobre Neuroética de la Universidad de Valencia.

Mi agradecimiento a Pep, Joan David, Leonor, Vicente, Álex y todos los participantes hoy en Lleida.