El milagro alemán

Víspera de Reyes Magos. Ayer leí en Cinco Días un muy interesante artículo, anunciado en portada y titulado “El porqué del milagro alemán”, de Bernardo Díaz. Es el siguiente:

Los datos que ofreció ayer el Ministerio de Empleo sobre paro registrado en los servicios públicos (4,4 millones de personas) y afiliación a la Seguridad Social (355.000 cotizantes menos en 2011) muestran la tragedia en que se encuentra la economía española. Una tragedia, convertida en trampa laboral, que se agranda aún más si se compara con la situación de la economía alemana, la locomotora de la UE. El gigante centroeuropeo ha acabado el pasado año con cifra récord de creación de empleo y una bajada del paro hasta un histórico 5,7%.

¿Qué males padece España que provocan que cuente ahora con una tasa de paro cuatro veces superior (21,5%) a la alemana pese a compartir la misma moneda? O mejor dicho, ¿qué es lo que aporta Alemania para permitirse el lujo de no destruir empleo ni siquiera en 2009 cuando entró en recesión como España?

La respuesta está en cuatro diferencias esenciales entre un país y el otro, según coinciden los principales servicios de análisis macroeconómico. Esto es: un gran sector industrial, ganancias de productividad constantes y generalizadas, un potente sector exterior y un mercado laboral ampliamente flexible. Todos ellos operan como un gran escudo, a modo de refugio antinuclear ante las incertidumbres laborales.

La potencia del sector industrial, sobre todo de sus grandes conglomerados multinacionales, ofrece un paraguas protector a los millones de pymes del país, que han crecido al ritmo que lo hacían sus socios mayores.

La ganancia de productividad constante y generalizada se ha hecho mediante un sistema que liga las subidas salariales no tanto al IPC, como en España, sino a la evolución de la productividad de la empresa o sector en cuestión. Ello evita pérdidas de competitividad, vía incrementos de salarios y márgenes de beneficios excesivos, como ha ocurrido sobre todo en los países del sur de Europa, entre ellos España, en los últimos años.

En tercer lugar, la potencia exportadora, ligada al segundo factor (competitividad), permite diversificar riesgos a las empresas, al contar simultáneamente con un mercado interno y otro allende las fronteras.

En cuarto lugar, y no por ello menos importante, Alemania ofrece una gran flexibilidad laboral que contrata con la rigidez española. Cuando a finales de 2008 la crisis económica arreciaba en toda Europa, España comenzó a destruir empleo de forma masiva. El ajuste en el mercado laboral se hizo vía recortes de puestos de trabajo. En cambio, en Alemania se mantuvieron los empleos y, a cambio, se recortó el número de horas trabajadas. Cuando la recesión amainó, las empresas contaban con el equipo humano intacto y solo les restó volver a ampliar el número de horas por trabajador.

Influye también la perfecta simbiosis entre formación y mundo empresarial. La utilización masiva de contratos en prácticas y de aprendizaje sirven al país liderado por Ángela Merkel para introducir progresivamente al joven en el mundo laboral. Cuando este se integra se sigue formando en el seno de las empresas con cuantiosos programas de capacitación, algo que en España solo se cultiva entre las grandes empresas.

Ello permite a Alemania reducir la brecha existente entre trabajo temporal y poco cualificado y el indefinido, como ocurre en España. Con tales diferencias entre ambos sistemas productivos, el coste del despido tan solo es un factor más a tener en cuenta.

Por tanto, lo fundamental y lo que marca la diferencia son los incrementos constantes de productividad y el grado de flexibilidad en la contratación. Lo llevan advirtiendo todos los expertos desde hace más de 30 años sin que ningún Gobierno, patronal y sindicato se haya atrevido a cambiar por completo. Veremos qué pasa ahora.”

El análisis del autor del citado artículo es impecable. Sin embargo, me gustaría que fuéramos más allá de las consecuencias (gran sector industrial, ganancias de productividad, potente sector exterior y mercado laboral flexible) y nos centráramos en las causas profundas. ¿Qué hace posible contar con una gran industria, exportar, ser cada vez más productivos y competitivos y actuar flexiblemente respecto a la atracción, fidelización y desarrollo del talento –lo que, utilizando un modelo mental taylorista, seguimos llamando ‘mercado laboral’? Sí, lo has adivinado. La Calidad Directiva.

Según el ranking del Foro Económico Mundial publicado el pasado mes de octubre, España es el país nº 45 en Calidad Directiva. Alemania es el . Las mittelstand (nuestras pymes, en versión teutona) tienen empresarios y directivos con una calificación superior al notable. Los nuestros, salvo grandiosas excepciones, no alcanzarían el aprobado. Como explicó en Barcelona hace unos meses el presidente de la patronal alemana, a ningún directivo en su sano juicio de aquel país se le ocurriría no haber hecho un curso de formación o un proceso de coaching, ni mucho menos no estar al día en Management (una ciencia que adelanta que es una barbaridad). En España, la mayoría presume de no leer textos de dirección empresarial, de no hacer formación (ni para ellos ni para los suyos), de no actualizarse con la que está cayendo. La crisis como excusa para depreciar su escaso talento.

¿El resultado? Nuestra tasa de desempleo supera el 22% y la germánica, el 5’7%. Ni en los peores años de esta crisis, en 2009 cuando estaba en recesión, Alemania ha destruido empleo. ¿Por qué? Porque en la mente de los directivos alemanes lo último es reducir puestos de trabajo. Si alguien no vale, se le desvincula, y se atrae a una persona más capaz, más comprometida, que aporta más valor. Perder empleo es la gran derrota; aquí es lo primero que se nos ocurre para ‘salvar el barco’. Sólo la buena Calidad Directiva puede mantener el Estado del Bienestar.