El ruido en torno a los valores


Hoy he tenido el privilegio de impartir la primera conferencia em el II Congreso Nacional de Coaching y Liderazgo, en el Palau de les Heures de la Universidad de Barcelona. He hablado sobre El ruido en torno a los valores y he contado básicamente lo siguiente:
“Muchas gracias a los organizadores del II Congreso Nacional de Coaching y Liderazgo, con la Dra. Herminia Gomá a la cabeza, y a todos los asistentes. El lema de este Congreso es Crecer en Valores y no quisiera empezar el Congreso, tras la inauguración, con un jarro de agua fría, pero quiero comenzar con un desafío, porque corremos el riesgo de que los que aquí nos hallamos caigamos en la complacencia, en la falta de autocrítica… Todos los presentes estamos de acuerdo en la importancia de los valores, de su necesidad para desarrollarnos como personas y como profesionales, en medio de una crisis que en realidad es un cambio de época, el paso del Capitalismo al Talentismo. Todos estamos de acuerdo, utilizando un paralelismo con el séptimo arte, que una película como Intocable muestra unos valores positivos (solidaridad, generosidad, empatía, positividad) y otra, igual de efectiva, como Margin Call denuncia otros negativos (codicia, individualismo, arrogancia, engaño).
            Por ello, quiero compartir con vosotros algunas reflexiones sobre El ruido en torno a los valores. La palabra “Valor” se ha convertido en un concepto, ahora que nos adentramos en la “era conceptual”. Un término que engloba muchas cosas. El problema es que habitualmente no tenemos el valor de poner en valor nuestros valores para que sean un valor social.
            El ruido es un sonido, generalmente estridente y especialmente alto (se habla de traspasar la barrera de los 65, y hasta de los 80 decibelios, en la contaminación acústica). Una gran imagen me parece esta del protagonista de The Artist, una gran película sobre la gestión del cambio. ¡Qué delicioso es el cine mudo, con la música apropiada, cuando es asaltado por un ruido!
Quiero hablaros de siete ruidos en torno a los valores. El primero es el ruido de la racionalización. Por ejemplo, y dicho con todo respeto, fijémonos en la página de la Fundación Televisa sobre Educar en valores. Nos da “a elegir” (y priorizar) entre seis valores: Dignidad, Honestidad, Solidaridad, Amistad, Salud, Educación. Como decía mi abuela Conchita: “¿Qué dedo me cortaré que no me duela?” El asunto no es elegir racionalmente, sino vivir emocional y visceralmente, porque todos nosotros llevamos “tres cerebros” y desde la economía conductual, el 90% de lo que hacemos no es precisamente racional. Hoy, en la Contra de La Vanguardia, Ima Sanchís entrevista al gran escritor uruguayo Eduardo Galeano, que a sus 71 años es una de las mentes más lúcidas que uno pueda conocer. Eduardo nos recuerda que cada día en el mundo se gastan 3 millones de dólares en armas en tanto que mueren muchos niños de enfermedades curables.
Citando al pensador y jurista estadounidense Oliver Wendell Holmes, “Lo que haces habla tan alto que no me deja escuchar lo que dices”. Racionalizamos muy bien, razonamos menos bien y nos comportamos bastante mal. Por ejemplo, recortamos 10.000 millones de euros en educación y sanidad y rescatamos una entidad como Bankia, que al final le va a costar al contribuyente más de 20.000 millones de euros.
Tenemos que reivindicar el Honor (como hacíamos la Dra. Leonor Gallardo y un servidor en el libro Los Mosqueteros de Guardiola), una cualidad moral que resalta los deberes propios al nivel de los derechos, que enaltece, que genera reputación por la virtud y el mérito, que mueve a la dignidad. El Honor parte de los Valores y se construye mediante otras cuatro V: la Virtud (entendida como areté, como potencial), la Voluntad, la Valentía y la Visibilidad.
Segundo “ruido”: las creencias. En esto de las creencias mi ídolo es el científico Michael Gazzaniga, que ha descubierto que están en el hemisferio izquierdo del cerebro (por tanto, “son lógicas) y se arraigan cuanto mejor te va con ellas y más las has defendido en público. Descartes, el padre del “pienso, luego existo”, escribe en la última carta de su vida: “He sufrido muchas desgracias, la mayor parte de las cuales nunca existieron”. Y es que nuestro cerebro no distingue entre lo que pasa y lo que piensa.
¿Podemos empatizar con al Capone? A primera vista, no. Era un mafioso, un asesino, un malvado (etiquetas que nos alejan de él). Sin embargo, él se veía a sí mismo como un benefactor de la humanidad, porque ofrecía placeres a una sociedad triste durante la crisis. Podemos “entender” sus creencias, aunque no las compartamos.
Dos tremendos ejemplos de creencias arraigadas son la autoría del Lazarillo de Tormes (la profesora Rosa Navarro Durán, de la Univerisidad de Barcelona, ha demostrado que este libro lo escribió Alfonso de Valdés, secretario de cartas latinas de Carlos V, y sin embargo la Academia lo sigue considerando “anónimo”, porque cree que hay hasta 16 posibles autores del Lazarillo) y la identidad de Shakespeare (es imposible que un provinciano iletrado escribiera 37 obras tan maravillosas, con un conocimiento tan profundo de la Corte y de la antigüedad grecorromana; en mi libro William Shakespeare y el Desarrollo del Liderazgo me inclinaba por la tesis de que fue un equipo, liderado por Sir Francis Bacon, el verdadero Shakespeare; una película reciente de Roland Emmerich aboga por el Earl of Oxford).
El tercer tipo de ruidos son los hábitos. Siguiendo a Carol Dweck, que llega 40 años enseñando Talento en Stanford, el capitalismo ha defendido la idea del “talento fijo”, predestinado, y no como resultado del libre albedrío, del esfuerzo. ¿Cómo estamos en Liderazgo en las empresas españolas? Pues en octubre de 2011 (últimos datos del Foro Económico de Davos), los 45º del mundo, habiendo caído diez posiciones en el último año.
El cuarto ruido es la necesidad de Retos. Para fluir, como nos enseñó Mihalyi Csikzentmihalyi, hace falta un reto ambicioso pero posible, para elevar nuestras capacidades. Apenas fluye un 10% de los profesionales.
El quinto ruido es el contexto. Aquí me ayudo de Phillip Zimbardo, uno de los más grandes de la psicología social, y lo que llama “efecto Lucifer”. Como en la película La ola, todos somos capaces de lo peor y de lo mejor según el contexto. David Rock ha descubierto, con su modelo SCARF, que todos llevamos un Jeckyll y un Hyde en función de los circuitos cerebrales del placer y de la ansiedad.
El sexto ruido es la necesaria Responsabilidad. En general, somos muy poco autocríticos, echamos balones fuera y esperamos a que cambie el otro y no uno mismo.
Y el séptimo es la Felicidad, que no se encuentra sino que se construye (Sonja Lyubomirsky), que sólo en un 10% se debe a circunstancias externas (salud, dinero, estudios). Es cuestión de doce actividades de la felicidad, desde la gratitud a cultivar nuestro cuerpo y nuestro alma.
¿Qué tiene que ver el coaching con todo esto? Como proceso de acompañamiento, significa:
        Pasar del Conocimiento al Comportamiento
        Remover Creencias limitantes
        Crear Retos
        Desarrollar Nuevos Hábitos
        Instalarse en elCircuito del Placer, a través de un Diálogo enriquecedor.
        Apelar a la Responsabilidad (transformarse de víctimas a protagonistas)
        Guiar a la Felicidad

El Coaching no es la panacea, pero no sé cómo esta sociedad puede vivir sin él.”

Por lo demás, entrevistas para El canal de Coaching y otros medios, almuerzo con los organizadores (Herminia, Beatriz) y otros ponentes (Enrique, César) y por la tarde he ido al Museo Picasso a admirar el cuadro Ciencia y Caridad y la nueva exposición sobre la economía del arte que creó Pablo Picasso. A las 8 pm he visto la película Els nens salvatges de Patricia Ferreira, que se estrenaba hoy, por ser la gran triunfadora del Festival de Málaga y por la portada y doble página central que le dedicaba hoy La Vanguardia. Veré Men in Black 3 mañana con Zoe y las dos nuevas cintas románticas (Cuando te encuentre y El arte de amar) no era plan de verlas solo.
Muy aburrida. Una película sobre tres quinceañeros rebeldes por el desinterés de sus padres (unos, porque no llegan a fin de mes y otros porque son ricos y trabajan constantemente), la depresión y ansiedad de los profesores, la falta de oportunidades. El fracaso de un modelo educativo, contado con buenos actores y una lentitud exasperante. Bueno, hay que ver de todo; sigo defendiendo a capa y espada el cine español.
Y después, ya en la habitación del hotel, la final de Copa del Rey. El último partido de Pep Guardiola como entrenador del Barça. Pero de eso hablaré mañana.
Mi agradecimiento a Herminia y todo su equipo por la excelente organización del Congreso y a los participantes.