Clavados, coaching y pueblos mágicos


Comienza agosto. Ayer martes por la mañana (aquí en México) tuve la fortuna de ver en directo la segunda medalla, de plata, del equipo mexicano. Fue en Clavados (saltos, en natación) y los periodistas televisivos destacaron que en el país hay cinco centros de alto rendimiento con excelentes entrenadores y por ello los deportistas mexicanos de esta especialidad (hombres y mujeres) están a primer nivel mundial, tras los chinos. Sin buen Coaching no hay medalla.
El próximo 9 de septiembre se estrena la segunda edición de La Voz… México, un programa de TV para que emerjan figuras de la canción. Entre los “coaches”, Paulina Rubio y Miguel Bosé. Es curioso que aquí no se les llame a estos cantantes consagrados “jurado” (que recuerda a la Inquisición) sino coaches, dedicados como están a señalar qué hacen bien los participantes y qué podrían hacer mejor.
Y la tercera prueba de coaching por doquier ha sido camino a Tepotzlán, Morelos, ayer por la mañana. En El suspiro, una finca dedicada al desarrollo humano (www.elsuspirotepoz.com.mx), “Coaching for business and life” y Equilíder. Coaching con caballos. Según el jinete olímpico mexicano Alfonso Romo: “La equitación es el único deporte en el que se comparte la gloria de la victoria con un animal. El caballo es el compañero, en su conquista y amigo. Debe ser valiente, poderoso, sano y manso. Debe tener sangre, pero ser muy obediente y dócil a la orden del jinete. El gran caballo es inteligente, voluntarioso, muy limpio y con carácter”. He visto estos días en un documental que las clínicas de recuperación de EE UU cuentan con caballos para mejorar el proceso, porque no juzgan y establecen vínculos emocionales con los pacientes.
Tepotzlán es un pueblo mágico. En lengua náhuatl significa “lugar del hacha de cobre”, referido al que formaba parte del dios Omeotochl-Tepoztécatl. Es uno de los 17 pueblos mágicos a nivel nacional. He visitado el exconvento de la Natividad (construido entre 1555 y 1580 por los dominicos), algunas tiendas del mercado y divisado la pirámide de Tepozteco, una adoratorio prehispánico de la época xochimilca. En la librería del convento, amplia y bien diversificada, he comprado una guía especial de México desconocido con Pueblos mágicos (un total de 36 destinos fascinantes) y el libro de Daniel Ruzo El valle sagrado de Tepotzlán.
Daniel Ruzo es uno de los investigadores esotéricos más importantes de Iberoamérica. Afirma que las montañas son los templos más antiguos de la Tierra y presenta sus hallazgos sobre el valle de Tepotzlán, que son impresionantes. “El hombre no ha realizado, en los últimos 8.500 años, nada que pueda compararse a Marachuasi en Perú y a las tres montañas decoradas del Valle Sagrado de Tepotzlán”.
La tesis del autor parte de que todo nuestro planeta tiene una única tradición mitológica. Tres conjuntos de montañas rodean Tepotzlán: uno, al occidente, con el Chalchi, el cerro precioso y la montaña del Tesoro, extendiéndose hacia oriente; el segundo, hacia el norte; el tercero, el cerro de la Luz y el cerro del Viento regresa del norte a occidente, formando un triángulo. Delante del cerro del Viento o de los Vientos se levanta la estatua protohistórica principal, de Tepoztecatl. Una roca de unos 60 metros de altura, tallada por tres lados y unida al carro del viento por el lado posterior. Tepoztecatl es el hijo de Quetzalcóalt. “Tiene seis fisonomías diferentes y se ha conservado durante más de 85 siglos a pesar de la injuria del tiempo y de los elementos”. Frente a Tepzocatl, en el cerro Precioso, la estatua de un dios solar, Huitzilopochtli, el equivalente a Hércules, el héroe que domina al Cancerbero (la figura abraza a un perro de tres cabezas). “Ambos héroes, Hércules, el hijo de Júpiter, y Tepozteco, el descendiente de Typhon o Quetzacóalt, están frente a frente en las montañas de Tepoztlán, guardando el secreto más importante para nuestra humanidad en peligro: el secreto sellado del Apocalipsis”.
Daniel Ruzo considera que “estamos recorriendo los últimos 180 años de nuestra edad: la quinta de la cronología tradicional. Este periodo ha empezado en 1957 y acabará en 2137”. Cinco humanidades: Hesiodo habla de ellas y la Piedra del Sol en México las representa grabadas en un monolito de piedra de 24 toneladas. Según la Biblia, la primera humanidad es la del Aire (el fin de la primera humanidad angélica). El primer Sol azteca está representado por Quetzalcóalt, dios del aire. La segunda humanidad es la de la tierra y el segundo Sol azteca es Tezcatlipoca: la tiniebla de la Tierra es su morada. La tercera vive en el Paraíso. Termina por una catástrofe de fuego. El tercer Sol azteca es Tlátoc, dios de los infiernos. La cuarta humanidad es la de los patriarcas, de Adán a Noé. Termina con un diluvio, un cataclismo de agua. El cuarto Sol azteca está representado por la diosa Chalchiuhtlicue, patrona de las aguas. Las cuatro humanidades, los cuatro Soles, son aire, tierra, fuego y agua.
“La quinta humanidad es la nuestra. Está bien expresada en la Biblia: de Sem a Phaleg y de Phaleg a Abraham, dos periodos zodiacales, 4.304 años solares; de Abraham a Jesucristo un periodo zodiacal, 2.152 añis; y de éste al quinto cataclismo, el cuarto y último periodo zodiacal de 2.152 años solares”. De acuerdo con el Apocalipsis, el aire será el elemento que presidirá este cataclismo. Y comenzará un nuevo paso por los elementos. El ciclo sin fin.
El abate Tritheme, en el siglo XVI, y Pazzi Smith, estudiando la gran Pirámide de Egipto a mediados del siglo pasado, llegaron a las misma conclusiones. Alrededor del 2.167 comienzan las cronologías de los pueblos asirio (Nemrod), egipcio, itálico, celtíbero… Es “el eneagrama de los tiempos”. Cada humanidad son 8.640 años. “La Piedra del Sol, la Biblia hebrea y la Gran Pirámide de Egipto, uno de los tres monumentos cronológicos más importantes de la Humanidad”. El autor se pregunta: “Las universidades nos obligan a pensar en una historia de nuestra civilización, única sobre el planeta, desarrollada en 7.000 años, cuando ellas mismas aceptan una sucesión de 80.000 años de pueblos primitivos cuyos individuos no se diferenciaban mucho de nosotros. Si hemos progresado tanto, acrecentando nuestro dominio en el mundo físico, en los últimos 7.000 años, ¿por qué no fuimos capaces de  ningún progreso en los 73.000 anteriores?”. Una buena pregunta.
Tepozteco, hijo del dios del Viento, está esculpido en el Cerro del Viento y, al parecer, los movimientos del aire en Tepoztlán son imprevistos. En las sucesivas horas del día, Tepozteco es un altivo guerrero por la mañana, un rey al mediodía, el padre de un pueblo a media tarde, se arropa cubriendo su cabeza con un manto cuando comienza el crepúsculo y hay un quinto rostro, que mira hacia arriba. Frente a él, describiendo un arco, Hércules/Huitzilipochtli, el dios solar, hijo de Júpiter y nieto de Saturno, en el Chalchi, el cerro Precioso.
Según la leyenda, Tepozteco es un hombre purificado que nace de una Virgen (de ahí la celebración de la Natividad) y que resucita de entre los muertos. Al fin y al cabo, en opinión de este investigador, “la mitología es una síntesis de la ciencia mágica de la cuarta humanidad”. Tratar de explicarla científicamente es inútil.
Es la dualidad de Júpiter y Juno (el mundo físico frente al mundo mágico), de Hércules y Typhon, de Tepozteco y Huitzilipochtli.
En Tepotzlán, siempre según Daniel Ruzo, la iglesia “matriz” se levanta sobre un antiguo lugar sagrado. Como el culto a Nuestra Sra. de Guadalupe, la antigua virgen negra de la fertilidad (Tonantzin). Y la piedra: tanto en México como en Perú hay una relación constante entre las personas y la piedra (en Perú estaban los huancas; “huanca” significa piedra). “La piedra de vida es casi siempre el jade en las tradiciones mexicanas”. “El jade es la piedra que tiene una vida más intensa y visible en el reino mineral”. “El jade no sólo tiene vid: comunica la vida, representa el papel del Espíritu Santo”. “Para que una deidad adquiriera vida se le colocaba un chalchihuite en el corazón, en una cavidad expresamente cincelada”.
“La medida es humana, la proporción es divina”, nos enseña este autor. “El plano de las tres montañas termina en su extremo norte por una bellísima figura. Es un perro que mira al occidente”.
Y por supuesto, el caballo. En el volcán Popocatépelt, como en Fontainebleu, en Stonehenge, en la meseta de Macahuasi, la cabeza de caballo está para representar la Cábala, la ciencia secreta.

Un pueblo mágico, un Valle sagrado. Un motivo para reflexionar sobre lo poco que sabemos en realidad.