Desde
que he vuelto a Europa hace unos días, trato de ser muy selectivo con lo que
leo en los periódicos y veo en la televisión, porque es fácil dejarse llevar
por los cantos de sirena de la corrupción, los cotilleos y otras mezquindades.
Sin
embargo, me ha gustado el artículo El
desplome de la política de mi maestro el sociólogo José Juan Toharia,
dentro de la serie El pulso de España que
está publicando este verano. En él nos cuenta que “los españoles se muestran
tan decepcionados con la política como los ciudadanos de otros países
comparables, pero más irritados con una corrupción que perciben tolerada e
impune”.
Los
datos son concluyentes: en EE UU y Francia apenas un tercio de la población
aprueba la gestión del presidente de la república. En Italia hace dos años el
70% evaluaba positivamente al presidente Giorgio Napolitano y esa aceptación ha
caído por debajo del 45%. En España, más del 50% apoya a S.M. El Rey. ¿Y los
gobiernos? Cuentan con el crédito del 16% de los italianos, del 21% de los
franceses y del 26% de los españoles. La ciudadanía estima a las pymes, a la
escuela pública, a la policía, al sistema público de salud y a las fuerzas
armadas (no a los bancos, con tan baja reputación como los políticos). Tres de
cada cuatro ciudadanos de buena parte de Europa creen firmemente que se ha
producido un golpe de estado, subrepticio y consentido, mediante el que los
mercados han tomado el poder.
El
desplome de la política se da en España más que en ningún otro país cercano,
por la corrupción “relevante, general y recurrente”, en palabras del Círculo
Cívico de Opinión. El 67% de los españoles creen que los políticos corruptos
son una minoría. Sin embargo, los partidos tapan a los potencialmente corruptos
en vez de investigarles (95% de los ciudadanos así lo creen), la Justicia es
lenta en este tipo de causas (opina el 92%) y el sistema electoral permite que
los imputados se presenten. ¿Remedios? Poder tachar nombres de las listas (lo
aprueba el 85% de los españoles), elecciones primarias (79%), limitación
temporal de mandatos (83%) y jurisdicción especial para casos graves (85%). Si
la partitocracia no se regenera, es una institución suicida, como explicaba un
servidor en Del Capitalismo al Talentismo.
Contrasta
la mezquindad del momento político actual con el “sueño” de Martin Luther King
(I have a dream) hace justo 50 años: 28 de agosto de 1963. Son 16 minutos,
1.666 palabras, una obra maestra de la oratoria (puedes verlo o recordarlo en www.youtube.com/watch?v=I_TUUqD3xcE).
En el Magazine de El Mundo, el
experto en marketing político Daniel Ureña nos aporta las nueve claves del
discurso:
1.
Contexto: “Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la Historia la mayor
manifestación por la libertad en la historia de nuestro país”.
2.
Referencias históricas: “Cuando los arquitectos de nuestra república
escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de
Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser
heredero”.
3.
Metáforas: “Es obvio hoy en día que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en
lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación,
Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos”.
4.
Llamada a la acción: “No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo
de la amargura y el odio. Debemos
conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la
disciplina”.
5.
Relato, de una promesa que sigue sin cumplirse. “Nunca podremos quedar
satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no pueden
alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades”.
6.
Apelaciones a los asistentes: “Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí
debido a grandes pruebas y tribulaciones”.
7.
Repetición: “Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de
los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan
sentar juntos a la mesa de la hermandad”. “I still have a dream”.
8.
Emoción: “Sueño con que mis cuatro pequeños hijos vivirán un día en un país en
el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por su carácter. ¡Hoy
tengo un sueño!”. “Let freedom ring”.
9.
Cierre magistral, citando a un espiritual negro: “Free at last, free at last,
thank God mighty, we are free at last!” (¡Libres al fin, libres al fin, Gracias
a Dios todopoderoso, somos libres al fin!).
En el
dominical de El País, el asesor de
comunicación Antoni González Rubí destacaba los tres principios de I have a dream: más unidad, más
igualdad, más democracia; la conexión Lincoln-King (100 años antes, en 1863,
Abraham Lincoln había defendido los derechos de los afroamericanos); la
diferencia entre un sueño aislado (una quimera, una fantasía) y un sueño
compartido (una utopía colectiva, un reto posible); los sueños como inspiración
(tanto el Imagine de John Lennon como
el Yesterday de Paul McCartney y la
teoría de la relatividad de Einstein son fruto de actividad onírica) y el hecho
de que “I have a dream no es un
discurso, es un manifiesto permanente para la acción y la movilización”.
“El
descrédito de la política es triple: no tiene sueños que se conviertan en
retos, no defienden utopías que comprometan a la acción y no encuentra las
palabras que conmuevan y promuevan los cambios colectivos: aquellos que son
mucho más que la suma de los individuales” (Antoni Gutiérrez-Rubí).
Antoni
ha coordinado la edición de un e-book gratuito, I still have a dream, que estará desde el 28 de agosto en su web (www.gutierrez-rubi.es/istillhaveadream)
con la participación de Federico Mayor Zaragoza, Fran Carrillo, Yago de Marta y
hasta una docena de especialistas. Una lectura imprescindible.
Mi
gratitud al maestro Toharia, a Daniel, Antoni, Federico, Fran y todos aquellos
que creen que los sueños compartidos nos hacen progresar.