Este lunes he estado en Madrid. Reunión en
Experis (la empresa de selección y de IT de ManpowerGroup) con los
profesionales de la compañía, para hablar de Talento y especialmente del
Círculo Estratégico de Talento, desde la selección (temporal y/o permanente)
hasta la desvinculación elegante (simple y efectiva) y los Gefes (“generadores
de felicidad”, ese término de María Graciani que designa lo que deben ser l@s
directiv@s en un mundo VUCA como el actual). Reunión de propuestas estratégicas
con l@s responsables de Desarrollo y Liderazgo de uno de los mayores grupos
empresariales de Europa, almuerzo con compañeros de FuturSkill y Comité de
Dirección del Grupo, de 4 a 9 pm. Una reunión sumamente interesante para el
presente y el futuro, que me ha hecho pensar mucho sobre las conexiones entre
el marketing (entendido como posicionamiento, cada vez menos relacionado con la
publicidad y más con las “relaciones públicas”) y la actividad comercial (que
debe vivirse como un proceso).
Me ha gustado leer hoy el artículo ‘La ola’
de Antonio Elorza, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad
Complutense de Madrid. Es el siguiente:
“En 2008 Dennis Gansel llevó a
la pantalla con La ola un hecho real. Un profesor ególatra y autoritario
plantea un experimento con sus alumnos para mostrar en el ámbito de una clase
como surge “la autocracia”. Desbordado por la dinámica de agresividad y
violencia asumida por los estudiantes, percibe tarde la inminencia del final
trágico, al convertirse el movimiento en la plataforma para una dictadura.
Los ingredientes que dan forma
a una mentalidad totalitaria son cuidadosamente individualizados en La ola:
a) una ideología simple y maniquea que permite la designación del otro como
enemigo; b) la formación de un grupo altamente cohesionado, en torno a unos
signos identitarios; c) la existencia de un líder carismático, que fija los
objetivos de la acción y detenta los mecanismos de control y vigilancia; d) la
pretensión de ser reconocidos como únicos representantes legítimos de su
colectivo, y e) el recurso a la violencia —física, verbal— para eliminar a
opositores y disidentes.
El fondo de música rapera nos
lleva desde La ola a ocuparnos de Contrapoder. En la Facultad de
Políticas de la Complutense existe una larga tradición de izquierdas, vigente
desde la lucha democrática antifranquista, con lógicos altibajos. Será en 2008
cuando los grupos de estudiantes izquierdistas cobren mayor cohesión y, como en
La ola, por presencia activa de docentes. La influencia doctrinal de
Juan Carlos Monedero, ya asesor de Chávez e impulsor del llamado “socialismo
del siglo XXI”, es muy probable a la luz de desarrollos posteriores y de su
propia teorización del “contrapoder”. Diciembre 2008: primer boicot, a una
conferencia de Josep Piqué, con unos estudiantes disfrazados de presos de
Guantánamo. Empezaban el espectáculo y el uso de signos identitarios para forjar
la cohesión grupal. Antes, en febrero, fracasó un intento de boicot a gritos de
una conferencia de Rosa Díez; irritados, a quien defendió la libertad de
expresión, le condenaron en la Red, deformando imágenes e información, a ser
novio político eterno de Rosa. No faltó a la cita Pablo Iglesias, desde Rebelión,
con una delirante defensa de los reventadores (frustrados) de la conferencia.
Sería el de estos (con sus golpes y patadas), y de quienes un año atrás
exigieron la liberación de De Juana Chaos, nada menos que el gesto de Antígona.
De paso, el radicalismo descubre que su violencia no tiene coste alguno, por la
permisividad de instancias supra-facultativas. Como en la Italia de 1920, el
ascenso del totalitarismo fue resistible.
Una segunda visita de la
pertinaz Rosa en 2010, ya con nueva autoridad académica, indica la madurez
alcanzada por Contrapoder. Los lectores pueden comprobarlo en YouTube (Rosa
Díez visita la Facultad de Políticas). Amen del canto del Eusko gudariak
a un político amenazado de muerte, el esperpento tiene dos momentos
culminantes: a) la defensa por el decano de la libertad de expresión para que
Rosa hable, preguntándoselo a los contestatarios, quienes naturalmente le
gritan que no y él les deja la palabra, y b) cuando Iglesias (o su sosias) se
dirige a una estudiante en primera fila y esta inicia de inmediato la
contestación. Prueba de que los cinco puntos de La ola se cumplen. Hacia
arriba, do ut des, consentimiento por votos.
Gracias, además, a la relación
de Monedero con Chávez, la institución se convierte en plataforma para la
izquierda chavista del Cono Sur, que llega al extremo de apoyar a Contrapoder
ante las recientes elecciones de estudiantes con un anuncio de conferencia el
mismo día del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, presentado por
Monedero: lección de democracia latinoamericana a Europa. Balance: demócratas
españoles, fuera; bienvenida en cambio la izquierda abertzale y autorizada
Corea del Norte.
Fue como una matroshka
construida desde dentro, con un grupo dirigente, el trío
Monedero-Iglesias-Errejón, en torno a cuya guía se articuló la asociación; la
cual a su vez siempre se presenta como encarnación de todo el colectivo de “los
estudiantes”. En la fórmula de “socialismo del siglo XXI” de Monedero, frente a
los autoritarismos liberales y socialistas, se alza un concepto: “contrapoder”.
Eso sí, al ser críptica la estructura, sus miembros descalifican todo análisis
desde fuera. Ejemplo: aun declarándose fieles al “inmortal Chávez”, rechazan la
calificación de “chavismo”.
Una plataforma universitaria
resultaba útil, para Chávez o su sucesor, para Correa y Evo Morales, pero no
basta para un proyecto político alternativo. De Contrapoder pasamos a Podemos.
Y si bien la elaboración doctrinal de Monedero e Iglesias, por debajo de la
verborrea, es bien escasa y se limita a vestir de mil maneras el “pobres contra
ricos”, la lucha entre la igualdad y el capitalismo, con sus asistentes
políticos (“la casta”, copia de Grillo), el proyecto despliega su modernidad al
percibir el papel fundamental de la comunicación. Además, el maniqueísmo
ideológico tenía poca clientela con España adormecida por el ladrillo, pero
sirve para responder al malestar generalizado cuando arrecia la crisis y tras
el fogonazo de indignados.
Para atraer votos, hará falta
diluir la propia mentalidad chavista, según hace el interminable programa
electoral de Podemos, dando prioridad a necesidades bien reales (desahucios,
pensiones, corrupción). Ahí cabe todo, sin estimación de costes; por eso es justa
la calificación de populismo. Lejos de la lengua de palo de IU, resulta preciso
multiplicar anzuelos, “convertir el descontento social en una tendencia
electoral”.
Fue capital el uso intensivo de
la televisión y de las redes sociales, aquí en la estela del éxito de Beppe
Grillo en Italia. Así, mientras Pablo Iglesias ve recompensada con el
protagonismo en las grandes cadenas, su perseverante labor en una televisión de
barrio (con La Tuerka) y en la iraní HispanTV (¿?), Íñigo Errejón, en
plan Casaleggio, le asegura una eficiente red de propaganda para la campaña
electoral. En Twitter y Facebook, Podemos barre a PP y PSOE.
El proyecto de Podemos no es
como el de Alexis Tsipras, revolucionario, de cambio radical en la Europa
realmente existente, sino antisistémico. Al otro lado de la ruptura total con
el régimen representativo, esclavo de “los mercados”, de esa siniestra
transición de 1977 que borró la memoria histórica y sancionó el dominio de los
poderosos, estará “el pueblo”, reunido en sus asambleas para formar un nuevo
poder constituyente (otra vez Chávez), léase minorías activas controladas desde
Internet por el Líder (como Grillo). ¿Democracia? Para Iglesias carece de
sentido si es la que conocemos, como “procedimiento” y entonces es democracia
usar violencia contra ella para derribarla; no obstante como procedimiento se
recupera si sirve para descalificar a sus adversarios —siempre
“antidemócratas”— o si puntualmente erosiona el sistema (referéndum). Todo vale
para acabar con “la casta”, con una “Constitución caduca”. Claro que como
ocurriera con Chávez, no fue él quien montó el caos que le hizo posible.”
Para quienes nos apasiona la sociología de
las organizaciones, ‘La ola’ es una película imprescindible. Me impactó cuando
vi esta película de forma inesperada una tarde-noche en Valencia y, por
supuesto, tengo en casa el DVD. Asusta
en cierto modo comprobar que los cinco puntos que enuncia el Dr. Elorza se
cumplen en cualquier proyecto populista, sea en la política (el chavismo, el
nazismo o el de Beppe Grillo, que comentaba un servidor en ‘Del Capitalismo al
Talentismo’) o en la empresa. Ideología simple (cuanto más simple, mejor) y
maniquea (eres mi amigo o mi enemigo); un grupo (que no un equipo, porque no
genera sinergias) altamente cohesionado en torno a una identidad y unos
elementos tangibles; un líder carismático (más bien, un führer, un caudillo)
que ejerce el control y la vigilancia; la pretensión de ser reconocidos como
únicos representantes del poder legítimo (la eliminación de las minorías) y el
recurso a la violencia (como pueda ser la amenaza, expresa o tácito, del
despido).
‘La ola’, basada en una historia
absolutamente real, nos recuerda el peligro del populismo en cuanto el jefe se
pasa de rosca. De esa película, siempre me impresiona que los padres de los
alumnos felicitan al profesor convertido en jefe supremo porque “han entrado en
la disciplina”; hasta entonces, el docente no merecía reconocimiento alguno. La
Disciplina, la labor del discípulo, es aprendizaje, y por tanto requiere de Humildad.
Lo que falta en ese grupito de chavales ensoberbecidos (y en todos los
movimientos populistas) es precisamente sentido del humor, algo tan sano,
predictor de la autoconfianza. Me gusta estar en organizaciones (a las que
pertenezco o a las que sirvo, porque son nuestros clientes) donde está muy
presente el humor. Cuando se pierde el humor, el séptimo sentido, el riesgo de
que “la ola” nos trague se convierte en real.