Medio siglo de la lucha de Selma


Celebración del bautizo de la hija de un amigo esta mañana (maravillosa la ceremonia y el almuerzo).  
Tengo la intención de ir a ver la película ‘Selma’, de Ava duVernay. La crónica de la lucha de Martin Luther King en tres meses de 1965, desde Selma a Montgomery, Alabama. Poco tiempo más tarde, Lyndon B. Johnson (interpretado por Tom Wilkinson) firmó el decreto de los derechos civiles que otorgaba el voto a los ciudadanos de color. La pareja de protagonistas (británicos de origen nigeriano, David Oyelowo y Carmen Ejogo, que interpretan al Dr. King y su esposa Coretta), fueron ignorados en la pasada ceremonia de los Óscar. El proyecto fue en su día grandioso (la dirigiría Lee Daniels, con Hugh Jackman, Liam Neeson, Robert de Niro y Leny Kravitz) y se ha quedado en un presupuesto de 20 M $ (producido por Oprah Winfrey) que ha recaudado 50 M $.
Hoy se cumplen precisamente 50 años de la marcha de Selma, Alabama. El presidente Barack Obama ha estado en la localidad recordando ese “Bloody Sunday” (Domingo Sangriento).
El Reverendo Joseph Ellwanger, que estuvo en Selma en 1965, nos ha hablado de las lecciones aprendidas: “El Cambio es posible si hay pasión y dedicación”. La Pasión, como dice Silvia Leal, mentora del área de eLeadership del Human Age Institute (no te pierdas su MasterClass en www.human ageinstitute.org), nos enseña que apenas el 15% de las personas cuentan con pasión a lo largo del día. Y esa pasión les aporta un plus del 35% sobre las demás personas.
Sí, la pasión y la dedicación. Además, el trabajo en equipo.
En ‘David y Goliat’, el sociólogo neoyorkino Malcolm Galdwell propone el caso de Martin Luther King. Una labor no de uno, sino de tres decisores: “el bueno, el feo y el malo”.
Gladwell cuenta que en 1963, cuando Martin Luther King llegó a Birmingham, su movimiento estaba en crisis. Había dedicado 9 meses liderando las propuestas en Albany, Georgia, 200 millas al sur, sin obtener avances significativos. Había pasado una década desde la decisión del Tribunal Supremo de que la segregación en las escuelas públicas era inconstitucional y los colegios seguían divididos. Alabama tenía un gobernador, “El Gran” Jim Folsom, que preconizaba la igualdad. Pero en los 60, el Senado y el Congreso estabn en manos de los segregacionistas duros. Birmingham era la ciudad más racista de EEUU, la “Johannesburgo del Sur”. Por las bombas del Ku Klux Klan, a la ciudad la llamaban “Bombingham”. El comisionado de seguridad, Eugene “el toro” Connor, mantenía a los blancos en un lado de la ciudad y a los negros en el otro. Decía que “los judíos eran como los negros”.
Cuando Martin Luther King llegó a Birmingham, celebró una reunión con su equipo. Y dijo: “Tengo que deciros que algunas de las personas que están hoy aquí no llegaran vivos a casa”. Se le notaba abrumado.
Sin embargo, tenía una ventaja: su experiencia en la lucha (en 1955, tras el arresto a Rosa Park, su casa fue bombardeada; en 1958, escapó de un atentado en una librería). Lo que no te mata te hace más fuerte.
King lideraba la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur (SCLC), que era un gran equipo: Ralph Abernathy, Fred Shuttlesworth, Joseph Lowery. El director ejecutivo de la SCLC era Wyatt Walker. Walker estaba sobre el terreno en Birmingham desde el principio, y sabía muy bien que no se podía luchar de la forma convencional.
Wyatt Walker era el “tipo duro”. Martin Luther King, el líder benévolo que ha pasado a la historia (en 1963 obtuvo atención pública por la protesta no violenta en Brimingham y la brutalidad policial; ese mismo año tuvo lugar la “marcha sobre Washington” y el discurso ‘I have a dream’; en 1964, obtuvo el Premio Nobel de la Paz).

 “La disciplina, la paciencia y el amor son lo mismo”, César Millán (el encantador de perros).