Las ETTs, las Start ups y una fantasía llamada Holacracia


Múnich es la tercera ciudad en población de Alemania y la capital de Baviera. Tiene fama de ser una de las mejores del país en calidad de vida y disfrute. Anoche, en el centro, en Marienplatz y sus alrededores (la catedral, el viejo Ayuntamiento y el nuevo) todo el mundo estaba cenando al aire libre. Limpia, muy limpia, divertida y sin apenas ruido. Una delicia.
Estuve leyendo en Barajas, antes del vuelo de ayer, el Expansión del lunes 3. En portada, Stefano Scabbio, presidente de ManpowerGroup Mediterráneo, anunciando un crecimiento del grupo en España del 20%. A. Fernández entrevistaba a Stefano: “En los últimos años, el Gobierno ha hecho reformas en el ámbito laboral y fiscal que han tenido un impacto positivo para empresas y empleados, lo que se está reflejando en una mejora de la contratación”. El PIB español crecerá al 3% y ManpowerGroup por encima del 20%, hasta 400 M €. Prudencia: la recuperación económica todavía es débil y sujeta a alta volatilidad e incertidumbre. Los grandes temas son el desempleo juvenil (que supera el 50%) y el de larga duración (más de dos millones de personas).
Stefano Scabbio se refería a la educación, “para crear y atraer talento”, porque la escasez de talento “es un problema real”; en España no es nada fácil encontrar buenos perfiles en “trabajos cualificados, técnicos, ingenieros y en el sector de las Tecnologías de la Información”. Scabbio insiste en que contar con talento y fidelizarlo es clave para las empresas. Para ManpowerGroup, el trabajo temporal es el 60% y se ha reforzado en todo el ciclo estratégico de talento, desde la selección a la desvinculación, pasando por la formación y el desarrollo o la externalización. Como ejemplo, la integración de AnyHelp (una compañía de 40 M €, con clientes como el BBVA, Gas Natural Fenosa, HP, IBM o el Santander).
El dato más sorprendente, en mi opinión, de este artículo, es que el empleo flexible en España solo tiene una penetración del 0’6% respecto a la población activa, muy inferior al 1’1% de Italia, el más del 2% de Francia y Holanda y el 4% del Reino Unido. Una escasa penetración de la flexibilidad, a pesar del alto desempleo (o más bien, dos efectos de una misma causa: empresas rígidas y paternalistas).
En el mismo diario, Elena Arrieta entrevistaba a Bernardo Hernández, que se incorporó a Google en 2005. En California creó una consultora para ayudar a las empresas españolas a hacer las Américas. “Considero que uno debe trabajar en aquello que le apasione, que en mi caso es poner en marcha nuevos proyectos. Por supuesto no es fácil conseguirlo, pero hay que pelear por ello”. Bernardo dejó Flick por motivos personales. Le pide al trabajo “que me motive, que me divierta. Encontrar un buen equilibrio entre la vida personal y profesional es muy importante”. Tras 8 años en Silicon Valley (donde se concentra el 40% del Capital Riesgo de EEUU), quiere continuar con los emprendedores españoles: “Los españoles tendemos a tomar pocos riesgos en la vida. Hay que arriesgar para ganar”. Bernardo tiene muy claro que lo importante de una start up es su modelo de negocio para la creación de valor. “Si una start up consigue crear valor, los ingresos ya llegarán”. Y pone como ejemplo a Instagram, que no facturaba y fue vendida a Facebook por 1.000 M $.
En páginas centrales, “Sin jefes todo podría ser mejor”. Tino Fernández se refiere al libro ‘Holacracia. El nuevo sistema de management para un mundo rápidamente cambiante”, de Brian Robertson. Hace apenas 3 meses, el fundador de Zappos hizo esta declaración: “Quien no sea capaz de adaptarse a Holacracy deberá abandonar la empresa, con tres meses de indemnización”. Lo hizo el 14% de la plantilla. El resto se quedó a probar Holacracia (del griego “holos”) es un sistema de gestión sin jefes en el que el poder es de todos, no hay mandos ni jerarquía ni puestos de trabajo definidos. Cada empleado, supuestamente, es un líder y toma decisiones con la máxima autonomía.
Con todos mis respetos al desaforado entusiasmo de Brian Robertson, esta “Holacracy” es en realidad “Holacrazy”, una locura. Se trata, no de la democracia (un sistema político, que no empresarial) sino de acracia, algo que en la historia de España se conoce muy bien: “Ni Dios, ni amo”. La acracia deviene en una asamblea casi permanente: todo hay que votarlo para decidirlo. “Los empleados de Zappos sostienen que el nuevo sistema es confuso y requiere de mucho tiempo de adaptación. Algunas veces supone hasta 5 horas extra de reuniones por semana”. Más reunionitis, lo que faltaba.
En el término medio está la virtud. Igual que un servidor aborrece el pseudomisticismo de autoayuda barata y soluciones instantáneas tanto como el taylorismo, me gusta tan poco la anarquía como la tiranía. La solución en un mundo VUCA no es una organización sin autoridad, sino que la autoridad sea moral, de credibilidad (más y mejor liderazgo) y no formal, de galones, de imposición.
El creador de esta Holacracia debería conocer que allá por 1969 ciertos investigadores de Harvard apasionados del “flower power” hicieron un experimento con tres compañías, que llamaron Blazer, Booker y Balance. Una muy jerárquica y estructurada, otra “holacrática” y una tercera profesional, con liderazgo, dirección por objetivos, gestión del desempeño, etc. En la primera, el clima laboral era irrespirable. En la anárquica, el clima era bueno (no mejor que la que apostaba de verdad por el liderazgo), pero perdía dinero a tope. Cuando el accionista se cansaba de los números rojos, ponía un gerente tirano. La gente no estaba contenta, pero los beneficios llegaban. Lo inteligente es apostar por un modelo de empresa bien gestionada, humanista y con criterio.
La naturaleza, ya sabes, no conoce atajos.
En el vuelo estuve releyendo ‘¡Hazlo!’ de Seth Godin (con la revista Tiempo este verano). Una llamada a la acción, a la iniciativa, a la inteligencia ejecutiva, a la valentía.
Me gusta su concepto de los seis tipos de Capital: financiero, de redes (contactos), intelectual, físico, de prestigio (reputación) y capital instigador: “el deseo de avanzar. La capacidad y las agallas necesarias para decir sí”. Ni que decir tiene que a Seth Godin éste es el que más le gusta. “Y resulta que en la nueva economía es el más importante”.
Mi gratitud a Seth, a Tino, a Bernardo y a Stefano, por hacernos pensar en esta jornada agosteña.