En el AVE de vuelta ayer estuve
disfrutando de un libro de apenas 100 páginas, ‘El imperio de lo banal. Cómo
destruir nuestra civilización’ de Ángel Guerra Sierra.
La historia trata de Nysrogoh, un diablo que en
su día pidió tentar a las personas con la banalidad. Su hipótesis es que la
banalidad cumple una función de entretenimiento saludable; sin embargo, cuando
los espacios de convivencia (la política, la cultura, la economía, la
educación, la empresa) se banalizan, la civilización se va al traste.
Nyrogoh presenta “sus logros” en una serie de
apartados, desde la trivialización del lenguaje, que es la base de la
comunicación en comunidad.
1. La banalización de la palabra “amor”. “El amor
es un afecto por el cual el ánimo busca el bien verdadero o imaginado, y
apetece gozarlo”. Hoy es casi un monopolio “el amor instintivo, vehemente y
posesivo” (eros, para los antiguos griegos) y se desprecia el amor como
sentimiento noble y de afinidad de caracteres (philia) y el amor incondicional
y reflexivo (ágape). Se subvierte la sustancia.
2. La banalización del “alma”. Se ha convertido
en un término comodín, en una metáfora, en parte del cerebro. Lo que era una
entidad inmaterial de los seres vivos se ha convertido en “un cuerpo que
piensa” (Nietzsche, Así habló Zaratustra). El alma se reduce a una actividad
cerebral y de ahí el culto al cuerpo y el pánico al envejecimiento
(gerontofobia).
3. La banalización del aborto (“interrupción
voluntaria del embarazo”).
4. La banalización de la cultura (sistema de
costumbres y símbolos identitarios de un pueblo, que los preserva y disfruta),
en los medios de comunicación (“reality shows”), en la publicidad, en las redes
sociales (generación tuit), en la prensa amarilla y los “paparazzi”… Una
actitud irreflexiva, obsesiva, nada creativa.
5. La trivialización del acto sexual, que afecta
a todas las dimensiones de la persona. Despersonalización, en una relación
transitoria y unidimensional.
6. El exterminio como algo metódico y que nos
insensibiliza. Desde el holocausto nazi a las masacres soviéticas, los
conflictos en África, el genocidio en la antigua Yugoslavia o la yihad
islámica. Crímenes execrables por gente “normal”, común y corriente, obediente.
7. Banalización de la injusticia y globalización
de la indiferencia. Nadie parece ser responsable de la pobreza, del desempleo,
de la desigualdad, de todos los atentados a la dignidad humana.
8. Generalizada ola de pérdida de valores,
relativismo moral, pensamiento único. Lo que hay es “pan y circo” (espectáculos
banales, noticias edulcoradas, intrascendentes, simplificadas, tendenciosas) y
se han abandonado la solidaridad y la subsidiariedad. Los beneficios del
capital se han elevado sobre la primacía del trabajo. El consumo como elemento
de significación social. “En definitiva, la clave que subyace y explica el
problema de la pobreza en el mundo actual en su conjunto es el egoísmo y la
desmedida ambición del ser humano”.
9. Por ello, en estos momentos la banalización es
una epidemia de la sociedad.
Un planteamiento muy inteligente el de Ángel
Guerra Sierra. Efectivamente la banalización del lenguaje, de la cultura, la pérdida
de valores, es un signo de nuestro tiempo. Por eso hemos de apostar muy
seriamente, de palabra y de obra, por el Humanismo.