He
podido ver bastante de la ceremonia de los Óscar (madrugada en España). La
alfombra roja, todo un ejemplo de organizar un espectáculo de alto nivel (me
gustó el elegante photocall, con zona dinámica en la parte de arriba). El
comienzo, con Justin Timberlake y la canción del año, ‘Can’t stop the feeling’
(también fue la de la Rentrée). El presentador principal, Jimmy Kimmel, con
críticas elegantes al presidente electo. Y los premios, en general sensatos
(creo que ‘La La Land’ aporta más que ‘Moonlight’ como mejor película, pero las
estatuillas a Emma Stone, Viola Davis, Casey Affleck, Mahershala Ali y Damien
Chazelle son más que justas.
De la
prensa de ayer, el “equipo médico habitual”: José Antonio Marina, Rosa Montero
y John Carlin.
En
‘Ideas’, el maestro Marina trataba “la red oscura”. El 4% del Universo está
compuesto de materia visible, el 23% de energía oscura y el 73% restante, de
“materia oscura”. Algo similar (o mayor) ocurre con el “internet profundo”, que
puede ser 500 veces el superficial. José Antonio comenta el caso de los hackers
rusos (“los duques”) y concluye: “Es comprensible que la ciudadanía se
encuentre asustada ante esta realidad paralela. El formidable invento de
Internet ha perdido el glamour libertario que entusiasmó a sus inventores. La
Red superficial se ha vuelto sospechosa por la aparición de manipuladores
profesionales, y la red oculta se desconoce. ¿En quién confiamos?
En el
semanal de El País, Rosa Montero escribía sobre ‘Una taza de té para salvarnos’
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/rosa-montero-te-para-salvarnos/
Se refería a una vecina de 95 años que “siempre va guapísima”. “Esta mujer es
un milagro; su energía y su fortaleza son inhumanas”. A Rosa le recuerda a los
exploradores británicos del siglo XIX, adentrándose en terra incognita. “La vida porfía por seguir viviendo incluso en
aquellos que ya fueron derrotados”. Nos recomienda el documental ‘Eternos’ (24
minutos) de Gonzalo Gurrea. “La vida es una selva salvaje y peligrosa, un
territorio desconocido cada vez más asfixiante, y en nuestra travesía conviene
prepararse el té todas las tardes”. La mecánica cuántica nos enseña, como la luz,
que somos onda y partícula, y por tanto describimos una trayectoria (ojalá que
hacia el destino de nuestros sueños) y a la vez hemos de disfrutar durante el
camino.
Y en
su ‘Córner inglés’, John Carlin declaraba al dueño del Leicester (campeón de la
pasada Liga inglesa) “enemigo de la humanidad”, por despedir a Claudio Ranieri
como entrenador (es, con la excepción de la reina Isabel, el tipo más amado de
la Gran Bretaña por su proeza futbolística). http://deportes.elpais.com/deportes/2017/02/25/actualidad/1488043747_622247.html
Carlin recuerda el caso de Vicente del Bosque, coach en su día del Real Madrid.
“Ranieri tuvo su momento de gloria, y buena suerte para él, pero el ruido que
su despedida genera no marca ningún cambio de rumbo; acabará siendo poco más
que otra tema pasajero de indignación”.
“Llevo años estudiando el poder y a quienes
lo tienen o lo han tenido. Mi principal conclusión es que, si bien la esencia
del poder -la capacidad de hacer que otros hagan o dejen de hacer algo- no ha
cambiado, las maneras de obtenerlo, usarlo y perderlo han sufrido profundos
cambios. Otra observación es que la personalidad de los poderosos es tan
heterogénea como la humanidad misma. Los hay solitarios y gregarios, valientes
y cobardes, geniales y mediocres. Sin embargo, a pesar de su diversidad, todos
tienen dos rasgos en común: son carismáticos y vanidosos. Según la Real
Academia Española, carisma es "la especial capacidad algunas personas para
atraer o fascinar".
Los líderes carismáticos inspiran gran
devoción e, inevitablemente, los aplausos, la adulación y las loas inflan su
vanidad. Es fácil que la vanidad extrema se convierta en un narcisismo que
puede ser patológico. De hecho, estoy convencido de que uno de los riesgos
profesionales más comunes entre políticos, artistas, deportistas y empresarios
exitosos es el narcisismo. En sus formas más moderadas, este narcisismo, el
encanto consigo mismo, es irrelevante. Pero, cuando se vuelve más intenso y
domina las actuaciones de quienes tienen poder, puede ser muy peligroso.
Algunos de los tiranos más sanguinarios de la historia mostraron formas agudas
de narcisismo y grandes empresas han fracasado debido a los delirios
narcisistas de su dueño, por ejemplo.
La Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos
ha desarrollado criterios para diagnosticar el narcisismo patológico. Lo llama
“Desorden de Personalidad Narcisista” (DPN) y, según las investigaciones, las
personas que lo padecen se caracterizan por su persistente megalomanía, la
excesiva necesidad de ser admirados y su falta de empatía. También evidencian
una gran arrogancia, sentimientos de superioridad y conductas orientadas a la
obtención del poder. Sufren de egos muy frágiles, no toleran las críticas y
tienden a despreciar a los demás para así reafirmarse. De acuerdo al manual de
la organización de psiquiatras estadounidenses, quienes sufren de DPN tienen
todos o la mayoría de estos síntomas:
1. Sentimientos megalómanos, y expectativas
de que se reconozca su superioridad.
2. Fijación en fantasías de poder, éxito,
inteligencia y atractivo físico.
3. Percepción de ser único(a), superior y
formar parte de grupos e instituciones de alto status.
4. Constante necesidad de admiración por
parte de los demás.
5. Convicción de tener el derecho de ser
tratado(a) de manera especial y con obediencia por los demás.
6. Propensión a explotar a otros y
aprovecharse de ellos para obtener beneficios personales.
7. Incapacidad de empatizar con los
sentimientos, deseos y necesidades de los demás.
8. Intensa envidia de los demás y convicción
de que los demás son igualmente envidiosos respecto a él (ella).
9. Propensión a comportarse de manera pomposa
y arrogante
Y ahora hablemos de Donald Trump.
No hay duda de que el actual presidente de
Estados Unidos exhibe muchos de estos síntomas. ¿Pero lo inhabilita eso para
ocupar uno de los cargos de mayor responsabilidad de nuestro planeta? Un grupo
de psiquiatras y psicólogos cree que sí. Enviaron una carta a The New York
Times en la cual señalan:
“Las palabras y las acciones del señor Trump
demuestran una incapacidad para tolerar puntos de vista diferentes a los suyos,
lo cual le lleva a reaccionar con rabia. Sus palabras y su conducta sugieren
una profunda falta de empatía. Los individuos con estas características
distorsionan la realidad para adaptarla a su estado psicológico, descalificando
los hechos y a quienes los transmiten (periodistas y científicos). En un líder
poderoso, estos ataques tenderán a aumentar, ya que el mito de su propia
grandeza parecerá haberse confirmado. Creemos que la grave inestabilidad
emocional evidenciada por los discursos y las acciones del señor Trump lo
incapacitan para desempeñarse sin peligro como presidente”.
Esta carta es, por supuesto, muy
controvertida. No solo por la posición que toma con respecto al presidente
Trump, sino también porque viola el código de ética de la Asociación Americana
de Psiquiatría. El código mantiene que no se puede diagnosticar a nadie
–especialmente a una personalidad pública- a distancia. La evaluación en
persona es indispensable. Sin embargo, en la carta los firmantes sostienen:
“Este silencio ha llevado a que no hayamos podido ofrecer nuestra experiencia a
periodistas y miembros del Congreso preocupados por la situación en tan
críticos momentos. Tememos que haya demasiado en juego para seguir callando”.
Alexandra Rolde, una de las psiquiatras que firmó la carta, le dijo a la
periodista Catherine Caruso que su propósito y el de sus colegas no era
diagnosticar a Trump, sino enfatizar rasgos de su personalidad que les
preocupan.
Rolde no cree que se deba hacer un
diagnóstico sin haber examinado al paciente, pero opina que es apropiado hacer
ver cómo la salud mental de una persona puede afectar a otros o limitar su
capacidad para desempeñarse adecuadamente.
Otros psiquiatras no están de acuerdo: “La
mayoría de los aficionados que se han metido a hacer diagnósticos se han
equivocado al etiquetar al presidente Trump con un desorden de personalidad
narcisista. Yo escribí los criterios que definen este desorden y el señor Trump
no encaja en ellos. Él puede ser un narcisista de categoría mundial, pero eso no
lo convierte en enfermo mental, ya que no sufre de la angustia y la
discapacidad que caracterizan un desorden mental. El señor Trump genera severas
angustias en otras personas, pero él no las sufre y, más que penalizado, ha
sido ampliamente recompensado por su megalomanía, egocentrismo y falta de
empatía”.
Quien esto escribe es el médico psiquiatra
Allen Francis, director del grupo de trabajo que elaboró la cuarta edición del
Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales (D.S.M. IV). La
sorpresa es que el doctor Francis va más allá de su especialidad. “Los insultos
psiquiátricos son una manera equivocada de contrarrestar el ataque del señor
Trump a la democracia. Se puede, y se debe, denunciar su ignorancia,
incompetencia, impulsividad y afanes dictatoriales. Pero sus motivaciones
psicológicas son demasiado obvias como para que tengan algún interés, y
analizarlas no detendrá su asalto al poder. El antídoto contra una distópica
edad oscura trumpiana es político, no psicológico”.
Una de las conclusiones del doctor Francis es
fácil de compartir y otra menos. La fácil de aceptar es que más importante que
la salud mental del presidente es la salud política del país. La capacidad de
las instituciones para resistir los intentos de Trump de concentrar el poder es
la batalla más importante que se libra en Estados Unidos. Sus resultados
tendrán consecuencias mundiales. La otra conclusión de Francis es que la
estabilidad mental de Donald Trump es irrelevante. No estoy de acuerdo. Trump
lleva pocas semanas en la Casa Blanca y su conducta ya es causa de justificada
alarma. Los problemas y frustraciones del presidente se van a agudizar. Y eso
no es bueno para su salud mental”.
Precisamente
el historiador José Álvarez Junco se refería hace unos días a ‘El relato narcisista’:
http://elpais.com/elpais/2017/02/21/opinion/1487673120_294458.html
Pronostica que veremos muchos Trump y muchos Le Pen en un futuro próximo. En un
mundo híperVUCA, muchos pueden confundir la autoconfianza (imprescindible en un/a
líder) con el narcisismo (estar enamorad@ de un@ mism@) que se cree su propio
relato de “post-verdad”.
‘Under
pressure’: www.youtube.com/watch?v=a01QQZyl-_I
de David Bowie y Queen, es apropiado para este entorno de red oscuro, despidos
absurdos, narcisistas varios y héroes/heroínas cotidian@s.
'Cause
love's such an old-fashioned word
And
love dares you to care for
The
people on the edge of the night
And
love dares you to change our way of
Caring
about ourselves
This
is our last dance
This
is our last dance
This
is ourselves
Under
pressure
Under
pressure
Pressure