Ayer, después del entrenamiento con Irma
Valderrábano, estuve viendo el documental original de Netflix: ‘Ponme con Roger
Stone’. Por fin he entendido quién estaba detrás del éxito electoral del actual
presidente de los Estados Unidos de América.
Roger J. Stone (Connecticut, 1952) fue desde
niño un apasionado de la política (con 12 años, voluntario en la campaña de
Goldwater). Mientras estudiaba en la George Washington University, entró en la
de elección de Richard Nixon (Nixon ha sido su amigo desde entonces y, con 19 años,
fue parte del escándalo del Watergate). En 1976 trabajó para la de Reagan y un
año después fue elegido presidente de los jóvenes republicanos. Por aquel
conoció al perverso Roy Cohn, abogado de Donald Trump y ariete de la “caza de
brujas” de McCarthy.
En 1981 y 1985 fue el estratega jefe para las
campañas del gobernador de New Jersey. Tras la victoria de Ronald Reagan, creó
la firma de lobbying (cabildeo) Black, Manafort y Stone para aprovechar su red
de contactos en Washington. Entre sus clientes, “piezas” como Mobutu o el
dictador Marcos de Filipinas. En el 87-88, él trabajó con Jack Kemp y varios de
sus socios con Bush padre. Y fundó un PAC (para la recaudación de fondos). A lo
largo de la primera mitad de los 90 trabajó intensamente para Trump como
“convencedor” de políticos y en 2000 llevó su campaña en el Partido de la
Reforma (Roger Stone se dio cuenta de que ese partido, con Ross Perot y el 19%
de los votos, había logrado la victoria de Bill Clinton en 1992 y 1996; animó a
Buchanan a que se presentara por el tercer partido, llevó a Trump al mismo y lo
desactivó, para que Bush hijo fuera presidente).
Enemigo decalarado de los Clinton, en enero
de 2008 fundó el movimiento Citizens United Not Timid (el acrónimo es el sexo
femenino en inglés), un grupo anti-Hillary. Se declaró “libertario” y predijo
que en 2016 el Partido Republicano llegaría a su fin (como así ocurrió, con
Trump). Animó a Donald a que se presentara en verano del 2015, ha llevado su
campaña (unas veces abiertamente, otras en la sombra) y uno de sus socios
lideró la convención republicana de Cleveland. Stone ha estado detrás de
difamaciones como las de Obama musulmán, las violaciones de Bill Clinton, etc y
de ideas de Trump como el muro con México o expulsar a los musulmanes del país.
También se le ha relacionado con el Wikileaks y los hackers rusos.
Bloguero (Stone on Style) y autor de cinco
libros (el último ‘The making of the president 2016’), al parecer ha sido quien
ha recomendado al nuevo presidente que despidiera al director del FBI esta
misma semana.
Este Rasputín yanqui vestido como un dandi
británico conoce como nadie el lado oscuro del poder político y ha hecho
posible el triunfo de Donald Trump. Considerado “el príncipe de las tinieblas”
de la política norteamericana, sus leyes (las “leyes de Stone”) son:
- “Es mejor que te conozcan por malo a
que no te conozcan en absoluto”
- “Lo único peor que estar equivocado
es ser aburrido”
- “Piensa a lo grande, sé grande”
- “El pasado es el puñetero prólogo”
He estado leyendo ‘Hillbily. Una elegía
rural’ de J. D. Vance, considerado por The
Economist “el libro más importante sobre Estados Unidos”. El autor, nacido
en el cinturón industrial de Ohio (próspero en otros tiempos, hoy en profunda
crisis, ha pasado de votar demócrata a hacerlo por Trump), describe la historia
y la familia de un joven de 31 años “sin grandes logros”, pero que ha logrado
la movilidad social (se alistó en los Marines, sirvió en Irak, estudió Derecho
en Ohio State y en Yale, es directivo en una empresa del Silicon Valley).
Educado por sus abuelos (que no tuvieron educación secundaria), pertenece a los
blancos que no se identifican con los WASP del nordeste. Es un hillbilly
(palurdo, rústico), redneck (cuello rojo) o basura blanca. “Yo los llamo
vecinos, amigos y familia”. Inmigrantes escoceses e irlandeses que llegaron al
Nuevo Mundo en el XVIII, se situaron en los Apalaches (de Alabama a Georgia en
el sur, de Ohio al estado de Nueva York en el norte), una cultura muy
cohesionada. Los blancos de clase trabajadora son el grupo más pesimista de los
EE UU (más que los latinos y los negros). Pone como ejemplo su trabajo en una
fábrica de baldosas (13$ la hora) con un tipo, al que llama Bob, y su novia,
embarazada. Ella faltaba uno de cada tres días y nunca avisaba con antelación.
Él siempre llegaba tarde y faltaba un día cada semana. “Despreciaron un buen
trabajo con una cobertura médica excelente”. La movilidad ascendente cayó en
los 70 y no se ha recuperado desde entonces (Wilson, Murray, Putnam, Raj
Chetty).
Desde edad temprana, los hillbilies aprenden
a enfrentarse a los problemas “evitándolos o simulando que hay verdades
mejores”. tienden a exagerar, a glorificar lo bueno e ignorar lo malo que hay
en ellos. Un padre biológico con el que tuvo poco trato (lo que más odiaba de
su infancia fue “la puerta giratoria de figuras paternas”), una madre
drogadicta que pasó por varias clínicas de rehabilitación, un sólida concepción
del honor y de concepción a la familia tan violenta como cruel (broncas,
gritos, peleas). La fe cristiana (evangelistas) en el centro de sus vidas. La
promesa de la educación, desvanecida. “El Fin de los Tiempos era el fin natural
para una cultura que se deslizaba tan rápidamente hacia el abismo”.
¿Cómo escapó el autor a “su destino”? Con
unos abuelos amorosos (su abuelo le ayudaba a resolver problemas matemáticos
complejos), con la oportunidad de los Marines (tras el 11S, era uno de los que
“quería matar terroristas en Oriente Medio”) que “le enseñó a vivir como un
adulto”, con la facultad de Derecho (Ohio State University), con el
atrevimiento de ir a Yale (“planteó una semilla de duda sobre cuál era mi
lugar”), con una pareja, su “guía espiritual”, que sabe potenciar lo mejor que
tiene (“¿por qué la gente que triunfa parece tan distinta?”).
La economía de las plataformas triangula,
como sabes, entre tres tipos de talento: los productores, los clientes, los
organizadores. En los dos extremos de la “nueva política”, los populistas y los
posfascistas, la plataforma está configurada por candidatos con presencia mediática
como Trump, votantes como los hillbilies, manipuladores como Roger Stone.
En un país tan desinformado (el 32% de los
conservadores cree que Obama no nació en Estados Unidos, y otro 19% no está
seguro), desalmados con talento como Roger Stone pueden lograr que un Donald J.
Trump sea presidente, contando con los votos de una cultura en crisis.